martes, 3 de mayo de 2011

Diario de Ecuador 13: Diario de la Amazonia


    18 Diciembre 2007 

     Hola a todos ¿qué tal estáis? Hace días que no he podido escribir o sea que hoy me tendré que enrollar un poco más. Espero que lo disfrutéis.

    El lunes pasado, después del encuentro con Javi, decidimos que nos íbamos a la Amazonía. Pero para pasar el día nos fuimos al teleférico de Quito. Ya lo quisimos hacer cuando llegamos, el tercer día de estar aquí. No pudo ser porque hizo muy mal tiempo y no había visibilidad, pero esta vez salió un sol radiante y veíamos perfectamente la cumbre del Rucu Pichincha, el volcán que domina esta ciudad con sus 4800 m. de altura. El teleférico sube hasta los 4100. Las vistas sobre la ciudad eran realmente espectaculares y más y más mientras íbamos subiendo. Vaya pedazo de obra de ingeniería que han hecho con este aparato. Al llegar arriba lo primero que notas es la falta de oxigeno y una gran fatiga en cuanto andas un poquito. Al fondo veíamos casi completamente al gigante Cotopaxi, la segunda cumbre del país y también los Ilinizas. Tras de nosotros, una inmensa pradera y al final, coronándolas las crestas del Pichincha. Tomamos el sendero y lo seguimos durante un buen rato, hasta que decidimos que era hora de volver, pues habíamos quedado con el guía de la Amazonía.
   Por la tarde hicimos los últimos preparativos y ya por la noche cogimos el autobús a Lago Agrio, la ciudad donde empezábamos nuestro tour. La estación de autobuses de Quito da mucho miedo por la noche, pues a pesar de ser una gran ciudad, las entradas a la estación son un poco cutres y son pasadizos estrechos y oscuros. Suele haber muchos robos ahí y el taxista se lo curró para encontrar una entrada segura.
   Luego el viaje nocturno fue un poco incomodo y largo (7horas) y apenas pudimos dormir, por lo que cuando llegamos por la mañana estábamos cansados y zombies. Ya vinieron a buscarnos y tuvimos que tomar otro autobús para llegar a El Puente, nuestro punto de embarque en la canoa.

   La zona que recorrimos está llena de granjas de colonos que han hecho de la selva su hogar. También es una zona de extracción petrolífera y paralelo a la carretera discurre el oleoducto que va desde los pozos petrolíferos de esta zona recorriendo todo el norte del país, hasta la ciudad costera de Esmeraldas, donde se refina y se embarca.
   Esta zona está muy aislada y el autobús se aprovecha a tope para llevar todo tipo de mercancías y está repleto de gente. Es la hora de la salida de la escuela y suben y bajan muchos niños entre las distintas aldeas por las que vamos pasando.

     Me impresiona la alegría de estos niños. Algunos tan pequeños y viajando solos, es alucinante la independencia y soltura de estos niños, lo bien que se desenvuelven solitos y me es inevitable acordarme de los niños en España, tan sobreprotegidos e incapaces de hacer nada sin sus papis. Y no será por inseguridad, que es lo que se esgrime por los padres allí para tanta sobreprotección, pues estas tierras son mucho más inseguras que nuestro país. Me encanta como se ríen y sobre todo el intenso brillo de sus ojos, señal inequívoca de su vitalidad y felicidad.

    Llegamos a El Puente, que apenas son dos cabañas para comprar algunas provisiones, 2 bares y la garita del Parque Nacional. Abajo en una revuelta del río, esperan las canoas hechas con el tronco de un gran árbol vaciado, son de una pieza, y estas están motorizadas. Tenemos que esperar un rato y paseo por la zona, veo enormes telarañas de varios metros cuadrados fabricadas por colonias de diminutas arañas que trabajan al unísono, cosa rara entre las arañas, hay grandes nidos de pájaros tejedores (luego me enteré que eran oropéndolas, pero no como las de España, sino otras mucho más grandes) colgando de los altos árboles y con una medida como de un metro y medio. Impresionaba su tamaño, mucho mayor que los de otros pájaros tejedores que había visto antes. También revoloteaban por allí grandes mariposas de iridiscentes colores, muy espectaculares, la verdad.

   En fín, que nada más llegar se notaba el ambiente amazónico. Estamos en el Parque Nacional de Cuyabeno.

   Cuyabeno es un sistema lacustre de 6500 Km.. cuadrados, en la selva y con 14 lagunas interconectadas por multitud de ríos. Sus bosques están formados por bosque inundado, que puede estarlo por 9 meses al año. Solo puede vivir ahí un tipo de palma, el morete, formaciones de herbazal lacustre de hasta 4 m. de altura. También hay bosque de tierra firme con más de 200 especies de árboles y bosque siempreverde inundado tanto de aguas blancas procedentes de los Andes como de aguas negras (de nutrientes en descomposición) nacidas en la misma llanura amazónica a causa de las constantes lluvias.
    De las 2736 especies de árboles de Ecuador (jodo, se dicen pronto) 1356 se encuentran en Amazonía. Las más representativas son los enormes Ceibos, Matapalos (higueras estranguladoras de otros árboles), la Caoba y el Caucho. También hay infinidad de plantas con gran potencial farmacéutico. Esta es la tierra de la Ayahuasca, que los chamanes utilizan para sus ritos mágicos y religiosos.
    Entre las aves tenemos a los Guacamayos, Tucanes, Colibríes, Águilas, Halcones,etc..
    Mamíferos: Capibara (el roedor más grande del mundo, del tamaño de un perro grande), perezosos, monos aulladores, jaguar, puma, nutrias, delfín amazónico, tapires y manatí (las también llamadas vacas marinas).
     También hay reptiles como la anaconda, charapas (las grandes tortugas amazónicas), caimanes, peces representativos como la piraña, la anguila eléctrica y el paiche (un pez de hasta 4 m.) y más de 100 especies de anfibios de vivos colores anunciando su veneno o toxicidad y algunas de las serpientes más venenosas del mundo como la coral.

   Pero también viven aquí tribus humanas:   Tenemos a los Shuar, conocidos por nosotros como los Jíbaros, famosos por el rito Tsantsa en el que reducían la cabeza de sus enemigos para guardarlas como trofeo.
    Los A'i o Cofanes ( su nombre viene del Cofán, la paja usada para confeccionar sus viviendas)

    Están los Kichwas, cuya lengua está emparentada con el Quichua serrano

    También están los Sionas y Secoyas, que utilizan la ayahuasca para la ceremonia del yaque, donde se comunican con las fuerzas sobrenaturales, ven el futuro y el pasado y perciben el universo.  Estas tribus creen que existen 3 cielos donde vive la gente:
      Matemo, que es el cielo propiamente dicho
      Yeja, que es la tierra
       Gimocopain, que es el mundo bajo la tierra

    Cuentan que su dios, Ñañe, nos dio la oportunidad de ser como él. Éramos monos que vivíamos en Gimocopain y nos quitó la cola para asemejarnos a él. De los diferentes tipos de monos surgieron las distintas razas humanas.

    Pero bueno, vale ya de datos, sólo quería introduciros al tipo de mundo donde estábamos empezando a internarnos. Os escribo a continuación el diario que llevé durante esos días.

    MARTES

   Bueno, ya estamos aquí, perdidos en la inmensidad de esta tierra, perdidos en los Jardines del Señor.
    Después de tantas horas de viaje llegamos al punto de embarque. Tuvimos que esperar pero valió la pena. El viaje fue delicioso. Estuvimos 2 horas y media recorriendo un meandro tras otro. El río serpentea constantemente como una gran culebra y está lleno de troncos caídos y árboles sumergidos que hacen muy difícil la navegación y hay que ir con gran cuidado y atención. La vegetación es de lo más variado y exuberante, y hay árboles gigantescos, ceibas enormes de unos 50 metros de altura y otros muchos.

  Se oían muchos sonidos de pájaros pero era difícil verlos entre el follaje. Vimos unas cuantas oropéndolas que son las aves que fabrican los grandes nidos que cuelgan de las ramas más altas. Después apareció un grupo de pequeños monos payasos, insectívoros, y disfrutamos viendo sus evoluciones.  Después, oooohhhhh, gran sorpresa, en una playa del río una gran anaconda de unos 5 metros había atrapado un caimán y lo asfixiaba entre sus anillos. Lo tenía bien atrapado y nos acercamos bastante con la canoa, lo que daba un poco de respeto, pues era gruesa como mi pierna y no estaba muy bien molestarla mientras se preparaba a comer. Como nos acercamos demasiado optó por soltar el caimán, que mediría un metro veinte y saltó al río, el caimán que aún vivía salió corriendo por otro lado. Le fastidiamos la merienda.

    Tras el sorprendente espectáculo seguimos navegando hasta que llegamos a la laguna, una visión sorprendente, con su anchura, sus aguas casi negras y sus extraños árboles (Guarangos) semisumergidos. El amplio cielo con sus juegos de luces provocados por las nubes tormentosas. Era de lo más evocador. Un paisaje como salido de un sueño.

    En una orilla, escondido entre los árboles estaba nuestro campamento. Eran tres cabañas dormitorio y una cabaña cocina comedor, con un deposito de agua sobre una plataforma. Al principio nos pareció un poco cutre, pero nos acostumbramos rápidamente. ¿Qué íbamos a esperar aquí? Adiós luz eléctrica, adiós civilización, bienvenidas las velas y la vida espartana, estamos en mitad de la selva. En el campamento hay 5 checos que entraron el día anterior y saldrán antes que nosotros.

    Después de cenar nos fuimos con Lucho, nuestro guía, a dar una vuelta por la selva. Aquí se hace de noche a las 6 y media de la tarde y se cena muy pronto, a las 7 ó 7 y media. Es de noche, pero se oye mucha actividad de aves e insectos. Sin nuestras linternas esto está en la más absoluta oscuridad. Sólo algunos hongos y las hojas de alguna especie dan un poco de luz, pues son fosforescentes. Entre los distintos tipos de insectos que pudimos ver destaco la tarántula, la enorme araña del tamaño de mi mano, gruesa y peluda, protagonistas de tantas pesadillas.... También me impresionaron las arañas lobo, igual de grandes pero con las patas más finas y alargadas, cazadora de emboscada y con un aspecto terrorífico. Luego a dormir, que toca madrugar.

     
      MIERCOLES

    6 A.M.

    Vamos a ver aves al amanecer, que es cuando más activas y cantoras están. Tomamos la canoa de remos. La luz sobre la laguna es maravillosa. Todo está azulado y las oscuras siluetas de los Guarangos se reflejan como un espejo sobre la superficie del agua. Vemos muchas aves, loros, garzas, cocineros azules y se oyen cantos de todo tipo. A lo lejos se oyen los monos aulladores con su poderoso gruñido.  Luego llegamos a la entrada de la laguna y vimos un ejemplar del legendario delfín del Amazonas, este de la variedad blanca pues también está el rosado. Suelen venir aquí a pescar cuando la laguna está alta pero ahora tiene un nivel muy bajo y se van al río Cuyabeno, de ahí al Aguarico, de ahí al Napo afluente del gran Amazonas.
     Tenemos que volver, va a empezar a llover y no hemos traído los ponchos de lluvia. Metemos las cámaras en las botas de agua para protegerlas de la lluvia, nos quitamos las camisetas y remamos bajo la cortina de agua que ha comenzado a caer. Qué sensación más agradable y placentera.
     Ahora hemos vuelto al campamento para desayunar y nos vamos a pescar pirañas. Acaba de pasar una pareja de guacamayos azules y amarillos mientras escribo estas líneas. Lucho el guía, nos enseña un pequeño escorpión que ha encontrado en su habitación. Ha dejado de llover.

   9:30 A.M.

      Al principio el calor es abrasador y sudamos mucho. Salimos de pesca con 2 canoas. Las cañas son un simple palo con un trozo de sedal y usamos carne roja como cebo. Empiezan a picar pero no es fácil sacarlas, comen trocitos pequeños y no se clavan pues los anzuelos no están muy afilados. En la otra barca sacan 2 pequeñas pirañas. Tienen los dientes como pequeñas cuchillas afiladísimas.

     Al rato saco yo una de buen tamaño, es preciosa, con reflejos azules y morados y sus ojos rojos, las aletas anaranjadas. Tiene unos dientes tremendos. La guardaremos para comerla y probar su sabor. Javi, creyendo que ya está muerta la cogé y esta le suelta un bocado que por poco no le atrapa el dedo. Si le muerde, se queda sin dedo.
     Empieza a llover torrencialmente. Otra vez hemos olvidado los ponchos en el campamento. No aprendemos.
     El paisaje se transforma formidable. Los bosques se nublan y vuelven azulados y grisáceos. Millones de gotas salpican la superficie creando una imagen mágica. Qué pena no poder tomar una foto, pero con este aguacero cualquiera saca la cámara. La imagen es de lo más sugestiva. Sopla un poco de viento y empieza a refrescar, vamos en bañador, completamente empapados y con una garrafa cortada por la mitad achicamos el agua de la canoa, que se está inundando.
   La sensación es de lo más placentera. Nos sentimos eufóricos, gritamos. Parecemos auténticos indios amazónicos. Siento la lluvia recorriendo mi cuerpo mientras remo ¿qué hacemos aquí?  ME SIENTO FELIZ Y MAS VIVO QUE NUNCA EN ESTE MOMENTO

    Por la tarde no para de llover contemplamos la lluvia sobre esta tierra mientras leemos, escribimos o dibujamos. Me siento en paz.
     Lucho me habla de la ayahuasca, el yaque como le llaman aquí. Los chamanes lo usan para buscar las causas de las enfermedades o hablar con los espíritus. Los turistas con otros fines. Tienen alucinaciones como ver animales gigantes, extraños colores, anacondas y monos tocando la guitarra, pero también sirve para ver el futuro o saber cosas sobre la gente, si te está mintiendo u ocultando algo. Por ejemplo, nos contó lo de la francesa que había ligado con un chico supuestamente soltero, tomó la ayahuasca y descubrió que en realidad estaba casado y tenía una hija.
    Ya parece que llueve con menos intensidad y decido irme a dar una vuelta por la selva. Me voy solo. Tomo mi poncho y mis botas de agua y me interno por el sendero. La luz desaparece drásticamente y de repente estoy en un mundo predominantemente vegetal. Me encuentro allí solo, rodeado de trillones y trillones de hojas de de todas las formas y tamaños. Hay muchos tipos de pequeños hongos sobre los troncos y gruesas lianas retorcidas como serpientes unas y completamente lisas hasta el suelo otras. Da un poco de respeto, no sabes que vas a encontrar aquí y según me voy internando una idea se va instalando en mi cabeza  y comienza a darme miedo: el Jaguar. Empiezo a pensar que en cualquier momento miraré a alguna parte y allí estará acechándome. Me siento muy intranquilo, allí donde estoy, sólo, la posibilidad empieza a ser real. Esto no es una paranoia, en este mundo las reglas son de otra manera y estoy completamente indefenso si el enorme gato me encontrara  ¿Qué podría hacer yo ante la fuerza de tan soberbio animal? A la media hora de mi paseo decido volver a la seguridad del campamento, por mucho que Lucho me asegurara que podía ir tranquilo. La idea del fatal encuentro me ha metido un miedo primitivo y subconsciente en la cabeza. Mi subconsciente me ha trasladado a ese mundo ancestral y a la vez real donde ser devorado por un animal es algo completamente factible.
     Luego me voy a la laguna, paseo por sus fangosas orillas llenas de árboles caídos. Hundo mis pies en el barro. Sigue bajando de nivel, pronto en unas semanas habrá desaparecido casi completamente, engullida por este gigantesco sistema fluvial. Ahora mis miedos ancestrales me traen la imagen de la poderosa anaconda. Dicen que por esta zona habita una de 9 metros de largo. Espero no encontrármela ni a ella ni a ninguna de sus hermanas menores. En un brazo de la laguna de aguas poco profundas me siento entre las ramas de un árbol caído. Me aseguro de que sobre mi cabeza no está la anaconda. Bien, solo está el follaje y docenas de bromelias que crecen sobre las ramas.
     Allí mi poncho negro me camufla y mimetiza con el paisaje. Pronto empiezo a ver las incursiones de peces perro y paiches de aletas rojas sobre los alevines de otros peces que intentan protegerse de sus ataques metiéndose entre las ramas sumergidas o saltando fuera del agua. Los ataques tienen la velocidad de una flecha.
     Vuelvo al campamento, Lucho, Mónica su novia y Raúl el cocinero, están en la cocina preparando la cena. Me siento a conversar con ellos. Hablamos de las petroleras que operan en la zona, como compraron territorios a las tribus y como tuvieron que retirarse de algunas partes que invadieron ilegalmente cuando las comunidades se organizaron para echarlos de allí armados con lanzas y machetes, jugándose la vida para defender su tierra. Acudió el ejercito pero ante la tenacidad de esta gente tuvieron que marcharse también y abandonar los explosivos y minas que instalaron. Hablamos de cómo los USA intentaron comprar las islas Galápagos a Ecuador, no por interés turístico o conservacionista, sino por el hallazgo de uranio que hicieron en su suelo. Hablamos del cambio climático, de la globalización, hablamos de hombres devorados por anacondas y hablamos de otras muchas cosas, en una tarde lluviosa, bajo un tejado de zinc de una cocina al aire libre, en un lugar tan apartado de nuestro mundo.
    Fue una deliciosa conversación donde aprendí mucho y ellos también pudieron saber de la realidad y problemas de nuestro mundo, un mundo desconocido para ellos.
     Tras la cena temprana, aquí llevamos el horario de las gallinas, 3 de los checos que salen de aquí mañana se van con Lucho en la canoa a ver caimanes e intentar atrapar alguno. Los 4 que nos quedamos iremos mañana. La imagen de la canoa alejándose en la enorme oscuridad tan solo rota por los 3 diminutos puntos de luz de sus frontales, sobrecoge y fascina.
Suenan los grillos, el canto de algún ave nocturna y la sonora melodía de lo que luego me dicen es una especie de sapo gigante pero que recuerda al canto del búho. Las luciérnagas dan sus fogonazos sobre la negra silueta de los árboles y en el cielo asoma alguna tímida estrella.

    Es mi segunda noche en la Amazonía y la sensación de estar aquí me cautiva. ME SIENTO TREMENDAMENTE VIVO



Date: Tue, 18 Dec 2007 20:20:22 +0100



      JUEVES

       8:00

       Hoy nos vamos a visitar una comunidad Siona. Tomamos el bote a motor y nos desplazamos hasta el poblado que está a una hora y media de nuestro campamento.
       Al principio seguimos el río Cuyabeno, pero tras un rato no sabría decir, pues encontramos muchos ríos y abandonamos unos y tomamos otros.
       Esto es un gigantesco laberinto fluvial y es facilísimo desorientarse aquí y esto es sólo una pequeñísima parte del gigantesco Amazonas. Dios, que lugar tan maravilloso!!!!
  
       La fauna que encontramos por el camino es de lo mas variada: desde grandes mariposas de un color azul eléctrico e iridiscente hasta grandes tortugas soleándose sobre los troncos caídos. Vemos muchas aves y nos llama la atención una por su aspecto primitivo. Es el Hoatzin. Es muy grande y de un bonito marrón rojizo, la cabeza azulada y rematada por una extraña corona de plumas. Parece el eslabón perdido entre los dinosaurios y las aves. Es muy abundante aquí y vemos muchos ejemplares.  Los martines pescadores aquí son enormes, casi como los cuervos en España. Aquí todo es a lo grande, excepto los monos, vemos un grupo de monos ardilla y otro de capuchinos y nos asombramos con sus larguísimos saltos allá en la altura. También acertamos a ver fugazmente una raya de río al acercarnos a una playa.
        El río se estrecha unas veces y se torna muy ancho otras. Hay muchas palmas Chontilla, cubiertas de pinchos de unos 10 cms. de largo desde su base hasta su pequeña copa. Y enormes ceibos.
       Luego la fronda se abre. Divisamos pequeñas plantaciones de plátano, cacao y yuca. Estamos llegando a las tierras de Sionas y Secoyas. Desembarcamos en un amplio meandro. Sobre el talud del río se encuentra el poblado en el que viven unos 200 Sionas. El pueblo se compone de varias casas sobre pilotes y sus huertos. Una señora nos acompaña al huerto y nos explica los cultivos. Vamos a buscar yuca para prepararla. Probamos el cacao tal cual sale de la planta. El fruto anaranjado está lleno de grandes semillas cubiertas por una fina carne blanca. Se chupa la carne y resulta ser muy dulce. Las semillas se guardan para secarlas al sol. Son marrones por fuera y moradas por dentro. Luego se muelen para elaborar la pasta de cacao.

      Para obtener la yuca primeramente se corta el arbolillo que crece de ella. Se arranca la raíz que es lo que nos interesa. Son grandes tubérculos alargados. Al arrancarlos aparecen unas tremendas hormigas cóndor de unos 3 cms. de largo y aspecto muy robusto. Dicen que si te pica una pasas 1 día con mucha fiebre y muy malito. Si te pican 2 ó 3 puedes morir.
     Una vez obtenido el tubérculo, lo pelamos y resulta ser completamente blanco. Los ponemos en una red hecha de fibra de palma y los lavamos. En la cabaña-cocina hay un gran tronco vaciado y los ponemos allí. Luego la señora sacó 2 rayadores hechos con una plancha metálica a la que previamente habían hecho agujeros con un clavo. Aquí todo es artesanal. todos los utensilios que usamos se confeccionan con hojas y fibras de palma trenzadas con la forma y trama deseadas.
     Al rayar la yuca queda una pasta blanca parecida al requesón. Se pone sobre una larga arpillera de palma, se enrolla y con la ayuda de un gancho y un palo comienza a retorcerse para que suelte todo el líquido. El líquido blanco que sale se guarda en una palangana. Lo usan para eliminar manchas de la piel. La harina que nos queda se tamiza y luego en una gran sartén de barro que está calentándose al fuego, se hecha un buen montón y se extiende para formar una especie de crepe. Se tuesta y ya está listo. Recuerda a una gran ostia de las de misa. Su sabor es un poco insípido pero se deja comer y la textura recuerda al coco.
      Lo que más me sorprende es la sencillez de las herramientas que han diseñado pero a la vez su tremenda efectividad para la función que fueron creadas. Y también el hecho de que no se desperdicia nada en el proceso. La piel de la yuca fertiliza el huerto, su caldo elimina las manchas de la piel, las sobras del cribado son para las gallinas y la torta si se seca bien al sol se conserva durante un mes. Deberíamos aprender de esta gente a respetar el planeta.
      También probamos la Chicha, bebida alcohólica de yuca fermentada. Hasta hace poco tiempo se obtenía mascando la yuca, la saliva se encargaba de fermentarla. Ahora ya no se hace así, ahora se le añade el zumo de una fruta para que fermente, afortunadamente para nosotros. Su sabor me recuerda al kéfir y puedes coger una gran borrachera.

       Las semillas del achiote producen un intenso tinte rojo y pintamos nuestras caras con él. Antes se utilizaba para prevenir la fiebre amarilla.


      15:00 

      Cogemos la canoa y nos vamos a nadar a la laguna. Da un poco de respeto al principio sabiendo los animales que habitan sus aguas, pero luego es una sensación estupenda bañarse en sus amarillentas y limpias aguas.

       16:00

      Nos vamos a la selva a pasear. Lucho nos enseña plantas medicinales y útiles. El árbol de la quinina para combatir la malaria, la hierba corazón para la epilepsia, el curare para envenenar los dardos de las cerbatanas, la hoja de los mensajes donde puedes escribir con un palito y aparecen las letras en negro. Con brotes de palma teje una corona. Vemos las termitas obreras y las soldado con su extraña cabeza por la que lanzan chorros de acido fórmico. Las hormigas analgésico, si gritas en su nido de barro salen a millares, pones la parte del cuerpo dolorida en el hormiguero y cuando suben te las frotas y alivian el dolor, además de tener un agradable olor. Árboles de canela y menta, el hueso del diablo, arbusto de color blanco y fosforescente. El árbol teléfono, que si golpeas su tronco se oye a 1 Km. de distancia en la selva. Vemos nidos de barro tubulares escarbados y construidos por las chicharras.  Oímos jabalíes y vemos extrañas setas.
     En fín, todo un mundo de remedios naturales y curiosidades.

      18:00

     Nada más salir de la selva, Javi y yo tomamos la canoa y nos vamos a remar. El atardecer cae y el cielo toma tintes rojizos. Las siluetas negras de los Guarangos se recortan contra el cielo creando un hermoso horizonte. Luego volviendo al campamento sucede un bonito efecto óptico.
      El enorme espejo de la laguna refleja perfectamente la silueta de los guarangos. Cielo y agua se funden en uno y más que navegar parece que estemos volando. Es una cosa muy extraña y bonita, y al pasar junto a los reflejos de los árboles incluso da un poco de vértigo.  Ya casi ha caído la noche y nos cuesta un poco encontrar el campamento. Al final vemos la luz de las velas en la distancia y ya podemos orientarnos, aunque no fue fácil.

     20:00

   Esta ha sido una noche mágica, emocionante, surrealista, excitante....  Salimos a buscar caimanes. Navegamos en plena oscuridad, remando suavemente sin hacer mucho ruido hasta las zonas donde habitan los caimanes, las entradas de la laguna donde hay vegetación sumergida y troncos caídos. Muchos peces saltan en el agua, algunos de gran tamaño, pesados como piedras, nos sobresaltan al caer al lado de la barca. Muchos pequeños también saltan huyendo de ellos y en su huida alguno incluso cae dentro de la canoa.

    Vemos los primeros ojos de caimán brillando en la oscuridad, dios, ¿pero qué hacemos aquí? ¿en serio vamos a intentar atrapar un caimán? ESTO ES SURREALISTA
     En silencio, sólo roto por algún susurro, Lucho maneja la canoa con absoluta maestría, sin ruido la desplaza suavemente entre las ramas y troncos, girando aquí y allá con la muchísima suavidad, como si estuviera colgando de un hilo invisible. Impresiona su habilidad y el ambiente es totalmente electrizante.
     Casi puedo oír latir mi corazón, se huele la adrenalina mientras acechamos y nos acercamos al gran caimán. Es un momento mágico, fascinante, intrépido y continuación de una tradición milenaria. Finalmente el caimán se sumerge y lo perdemos. Diossss, qué emocionante ha sido.
      Vamos explorando más entradas de la laguna y la expectación y magnetismo se repite. Unos ojos brillan allá y se sumergen. Luego otros y así varias veces. La actividad a nuestro alrededor es muy intensa, las cacerías de los peces, los grandes murciélagos pescadores sobrevuelan a ras la laguna en busca de algún pescado despistado en la superficie. Los extraños cantos de las aves y el alboroto que provocan al sentirnos cerca. Es una sensación intensa, una mezcla de miedo, fascinación e instinto depredador.
       Me hace gracia el pensar en nuestras aburridas vidas en Europa, viendo la tele por las noches esperando para ir a dormir y la energía y adrenalina que sentimos aquí. Gracias Amazonía, gracias por estas indescriptibles sensaciones.

        Luego entra una neblina y las orillas desaparecen. Cielo y agua se vuelven de un mismo color. No hay horizontes, solo un vacío blanquecino inmenso. Incluso se hace el silencio.
       No hay manera de orientarse. Estamos suspendidos, ingrávidos, en completo silencio, en mitad de la nada. Es algo irreal, insólito, una sensación alucinógena. Sólo de vez en cuando aparece la fantasmagórica silueta de los retorcidos guarangos entre la niebla, acentuando la sensación de irrealidad que estamos viviendo. Casi puedo oír la respiración de los otros.
       Al cabo de un rato llegamos a una orilla, la negra silueta del bosque vuelve a aparecer y con ella el sonido de insectos y aves.  Vamos a una zona de aguas someras. Lucho para compensar que no pudimos atrapar ningún caimán grande nos lleva a esta zona donde se refugian ejemplares jóvenes.
      Podemos ver muchos ojos brillando al buscarlos con la linterna. Se oye su típico sonido. Lucho desembarca y se va andando entre las poco profundas aguas. En la oscuridad más absoluta vemos las evoluciones de su linterna recorriendo la vegetación de las orillas. A los pocos minutos oímos el grito intenso del caimán. Ha atrapado algo. Viene hacia la barca.
      Trae consigo 2 pequeñas crías de caimán de unos 35 cms. de largo. Son preciosas, son una perfecta miniatura de los grandes. A pesar de su pequeño tamaño son muy robustas y sacuden fuertes coletazos. Gritan e intentan mordernos. Son una monada, me gustaría quedarme una y que no creciera. Luego las dejamos ir, vemos cómo se alejan nadando gracilmente hasta que desaparecen en la oscuridad.

      Nos vamos, ha sido espectacular, de lo más bonito del viaje. Íbamos a volver pescando a machete. Me parecía increíble que se pudiera pescar así, pero tras 3 intensas horas de acecho y emoción en la laguna, estábamos cansados y decidimos volver directos al campamento.

       Ha sido una noche especial, una mezcla de sensaciones, mágica y cautivadora. Dios, qué distinto es esto de nuestro mundo.


       VIERNES

     La pareja de checos que quedaban, salen hoy. Los despedimos, por delante tienen un viaje de 6 meses por toda Sudamérica. Han pasado 6 años trabajando en Chicago ahorrando para su gran viaje. Son muy majos. Suerte chicos con vuestro estupendo viaje.
     Ahora sólo quedamos Javi y yo en el campamento con Mónica y Lucho. Raúl, el cocinero, también acaba de salir de aquí.

     Hoy nos internaremos profundamente en la selva ¿Qué nos deparará hoy el día? No sé, pero me encanta esta sensación de levantarme sin saber qué veremos hoy, qué nuevas cosas veremos y aprenderemos... Qué nos traerá esta inmensa aventura en la Amazonía...

    Nos vamos los 4. Cerramos el campamento. Recorremos primeramente el sendero del día anterior y seguimos adelante encontrando nuevos rincones de la selva con nuevos habitantes. Da gusto ir los 4 solos pues Lucho y Mónica están muy enamorados y se entienden muy bien. Son tal para cual y da gusto verlos, disfrutando de su selva.
    Hoy entre otras curiosidades vemos la palma caminante, un tipo de palmera que literalmente anda por la selva. Si, si... no es broma. Este árbol tiene unas raíces aéreas y se va desplazando unos 50 cms. al año buscando la luz. IMPRESIONANTE.

     Otro tipo de palmera se llama el Pene del Diablo, pues tiene protuberancias en su base con auténtica forma de unos grandes penes. Y hablando de penes también hay una planta a la que llaman la Viagra natural, imagínate el por qué.
     Paramos delante de un tronco y Mónica le hace unas incisiones con el machete. Es el Guayo o leche magnesia. Inmediatamente comienza a brotar una espesa leche blanca. La probamos, es dulzona y agradable, sirve para combatir la acidez de estómago. Curiosamente tiene una consistencia y sabor parecidas al Almax ¿casualidad?
      Oímos un zumbido a nuestro lado. Es un colibrí azul, durante unos segundos se queda cernido en el aire mirándonos muy cerca de nosotros ¿Será que le gusta la leche magnesia? ¿Tendrá acidez de estómago?  Luego pone el turbo y desaparece en el bosque sorteando los troncos seguido de su característico zumbido.
      Seguimos caminando y nos da sed. No hay problema. Para eso está la liana de agua. Lucho corta unos trozos, los ponemos sobre la boca y empieza a brotar un chorrito de agua perfectamente potable. Para acompañar tomamos una tapita: las hormigas limón.
      Son unas pequeñas hormigas que viven en los abultamientos de las ramas de un árbol. Los bultos tienen 2 diminutos orificios, tapas uno con el dedo y por el otro aspiras. Enseguida notas las pequeñas hormigas sobre tu lengua con un sabroso toque de limón. La verdad es que están muy ricas y me las voy comiendo por el camino cual si fueran caramelos de limón.
      Encontramos Santa Luzón, una planta para que los niños que no empiezan a caminar a su debido tiempo superen este problema. En fin, ya veis que hay remedios para todo.
      Luego vemos que Mónica se pone muy contenta. Ha encontrado Copal. Una especie de excrecencia negra que crece sobre la corteza de un árbol. Son los excrementos secos que produce un tipo de gusano que come esa madera. Se utiliza como incienso. Rápidamente fabrica una pértiga con el nervio de una gran hoja de palmera y arranca grandes pedazos de Copal del tronco. Fabrica unos paquetes con otras hojas y los recoge para llevarlos. Dice que ahuyenta los malos espíritus. Quemo un trozo. Huele muy bien y arde fácilmente creando una pasta espesa y negra parecida al petróleo.
       Nos fumamos unos cigarritos naturales, unas finas lianas que dan un humo suave y dulzón. Luego encontramos Unguragua, una especie de cacao natural. Los frutos crecen en un racimo a gran altura del suelo y Lucho decide subir a por ellos.
       Corta una liana flexible y se fabrica un anillo trenzado que usa para poder trepar con sus pies sobre el tronco liso de un árbol que crece junto al cacao. Se ha hecho también una pértiga con un gancho que usará para varear los frutos. Empieza a trepar, es increíble con qué facilidad sube hasta los 15 metros pues ya el árbol empieza a combarse peligrosamente. Desde ahí empieza a golpear el racimo y caen los frutos. Da miedo verlo ahí encaramado, parece tan frágil el árbol al que subió...   Luego recogemos los frutos pero no todos valen, muchos están secos y sólo valen los que aún tienen el rabillo de color violeta.
        Para finalizar nos detenemos a contemplar las nerviosas evoluciones de un grupo de activos monos. Son Tamarindos, negros y con bigotes blancos. Allí nos sentamos y Lucho nos habla de cuando fue soldado y lo mandaron a la guerra que Ecuador libró con Perú a finales de los 90. Por lo que cuenta, el frente debió de ser una auténtica carnicería.
       Bueno, empezamos a volver, hemos andado mucho y hay un largo camino de regreso. Es tarde y no hemos comido nada más que una naranja y unas hormigas.
       Mientras comemos, Mónica pone las pirañas y tucumares que pescó el día anterior a secar al sol. Un grupo de monos aulladores se ha aproximado bastante al campamento y oímos la sonorosísima bronca que montan.
       Después, sobre las 6 salimos con la canoa a la laguna. Nos la han cambiado, aquí unos toman unas cosas y te las intercambian o prestan. Estas tierras son difíciles y no todo el mundo tiene lo que necesita en cada momento por lo que hay mucha colaboración entre ellos. La canoa que nos han dejado es más pequeña y primitiva que la que teníamos y además mucho más inestable.
      El atardecer es precioso y remamos bajo un cielo azul y naranja lleno de formaciones nubosas muy llamativas. Vamos a pescar pirañas, pero hoy no es buen día y no sacamos ninguna. Amenaza tormenta y Lucho dice que entonces no comen. Vemos muchos relámpagos rasgando el cielo e iluminando las nubes. Parece que nos pillará la tormenta en mitad de la laguna, pero finalmente pasa de largo a otras tierras. Los sonidos de la noche son extraños y cautivadores. Hasta nos echamos un baño nocturno. Luego volvemos a acechar caimanes aunque hoy no tenemos intención de atrapar ninguno.

      Es una noche extraña, especialmente tranquila y silenciosa. Sólo los grillos y fogonazos de las luciérnagas rompen la quieta oscuridad.


      SABADO

    Aquí estamos esperando la motora para salir de este lugar. No llega, hace más de una hora que debería estar aquí. No sé que habrá pasado, dicen que cuando baja el agua, el viaje al Puente donde se coge el autobús a Lago Agrio, puede pasar a durar 12 horas de las 2 y media que dura normalmente.
    Ya recogimos el campamento. Todo queda en silencio. Los animales parece que lo han notado y grupos de loros y cotorras se acercan a indagar. Nuestra cabaña es recorrida por largas hileras de hormigas de varias especies buscando los restos de comida o simplemente para reclamar estos territorios que nos prestaron durante los últimos días. Me da mucha pena irme de aquí, de estas tierras vírgenes donde la vida y la muerte tienen unas reglas tan distintas a las que estamos acostumbrados. Donde la Creación ha hecho un enorme derroche de imaginación para dar forma a incontables seres, algunos de fábula, otros en versión gigante de lo que estamos acostumbrados. Bien armados todos, animales y plantas, con sus venenos, sus púas y sus formidables dientes. Pero todo unido en armonía dentro de este sugestivo paisaje.
   
    Entro solo en la selva por última vez y me despido de ella. Me despido de esta Amazonía salvaje e indómita, estos Campos del Señor, testigos del principio de los tiempos, de un planeta sano y lleno de esplendor.

     Espero que sigan aquí durante mucho tiempo, por el bien del planeta y simplemente por saber que sobre esta Tierra aún quedan tantas maravillas.
     Que la plaga devastadora en que nos hemos convertido los humanos sepamos respetar este privilegiado rincón del planeta, tan aparentemente invulnerable y poderoso, pero que desgraciadamente ha demostrado ser tan frágil ante nuestras dañinas actividades.

      Que no nos pase nada si esto llega a desaparecer algún día. Habremos perdido los últimos restos del Jardín del Edén.

      Se oye un motor a lo lejos. Es nuestra canoa, ya vienen a buscarnos para llevarnos de vuelta a la civilización
 


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