lunes, 28 de noviembre de 2011

Un viaje por Malasia y Singapur 6: La isla de Sandokan


   El australiano sentado a mi lado que no paraba de hablar y de preguntarme cosas, por fin se quedó completamente callado. Se estaba mareando y preparó una bolsa por si acaso. En el asiento de delante un chaval malayo no dejaba de vomitar. Yo miraba por la ventana del ferry y realmente el mar parecia bastante plano y con poco oleaje, pero el barco se movía barbaridad. Subía, bajaba... los fuertes golpes hacían retumbar el casco del barco y de vez en cuando me tenía que agarrar al asiento delantero y sentía esa desagradable sensación de vértigo en el estómago. Las dos horas de travesía que nos esperaban prometían no ser muy tranquilas y eso me daba un poco de temor por el hecho de que a la vuelta el mar estuviera peor y no pudieramos salir de la isla el día previsto para regresar a Singapur en busca de nuestro vuelo de vuelta a casa.

 Tioman, Tioman, paraíso perdido.... y pensar que estuve a punto de no ir a verte por el temor a no poder regresar a tiempo. Haber estado tan cerca de tí y no haber conocido tu salvaje geografía, tan maravilloso lugar perdido en alguna parte del Océano Indico. Al final decidimos arriesgarnos y cruzar el estrecho.
Estábamos en el archipiélago de Seribuat, un grupo de 64 islas con corazón de granito y rodeadas de arrecifes coralinos. Nos dirijimos a Pulau Tioman, la mayor de ellas.
En los años 70 la revista Time la incluyó en la lista de las 10 islas más bonitas del mundo. Esto siempre es muy relativo y no me voy a meter a divagar si es cierto o no, primero porque no conozco todas las islas del mundo y segundo porque me resultaría difícil quedarme sólo con 10. Lo que sí que puedo decir es que es una isla muy espectacular. Y no es por sus playas ni por sus arrecifes sino por sus impactantes montañas gemelas, las Twin Peaks, dos mallos de granito que se asoman al mar. La cadena montañosa que divide la isla en dos vertientes la recorre de norte a sur y la selva cubre completamente la isla, sus 20 kilómetros de largo por 11 de ancho. Vamos, que hay territorio donde perderse. La isla tiene forma de tortuga, y de hecho las tortugas surcan sus aguas y vienen a sus playas a poner sus huevos. Me han dicho que estuvieron hace un mes con la puesta, por lo que sera difícil verlas ahora.

Lo que más sorprende es que pese a tener un aeropuerto (para verlo, encajonado entre la montaña y el mar y con una sola pista donde no parece ni que pueda aterrizar una pequeña avioneta) y vivir integramente del turismo, la isla está apenas desarrollada. Sus 3.000 habitantes viven dispersos en pequeñas aldeas salpicando la costa oeste. El resto de la isla está virgen y sólo hay 8 kms. de carretera en toda la isla y una pista inacabada que cruza la isla para llegar a la única población de la costa este. Lo demás son senderos y caminos por la selva.
Vamos, una isla maravillosa, un paraíso perdido. Un lugar donde pasarse una  buena temporada con la compañía adecuada, porque eso sí que va a ser importante, con lo poco que hay que hacer aquí si la compañía no es buena seguro que acabas aburriéndote. Es lo que tiene la vida del "dolce fare niente".


La estrecha pista tiene la anchura de un sidecar    
   Por lo demás en la isla una vez que sales de Tekek, su "principal población" que es donde está el "aeropuerto" y los 8 kilómetros de carretera, la tranquilidad es absoluta. También es cierto que aquí ahora ha llegado el monzón y es temporada baja, por lo que la mayoría de alojamientos están cerrados Pero una vez que te metes en los senderos, parece que estás en una isla de piratas.




Varano de metro y medio
 Los varanos o lagartos son gigantes, he visto alguno de más de metro y medio. Enormes mariposas de alas de pájaro y vivos colores vuelan por todas partes, los monos deambulan a sus anchas. Los grandes murciélagos o zorros voladores, de un metro de envergadura pasan el día colgados de las ramas de los árboles, por la noche saldrán en busca de los árboles frutales pues estos no comen insectos sino frutas.

Zorros voladores, murciélagos
de un metro de envergadura
  En los frutales que tenemos frente a nuestro bungalow acuden todas las noches a comer.
El mar es de un intenso color verde esmeralda. No es la mejor temporada para bucear, pues con los monzones la visibilidad no es muy buena. Cuando entro me quedo un poco triste, pues el arrecife está muy machacado. Por todas partes el coral está roto y en la zona cercana a la playa el arrecife no forma barrera continua, son grupos de corales aislados que salpican allí y allá. La salud deteriorada del arrecife queda de manifiesto por la gran cantidad de erizos que hay, toda una plaga de erizos negros de larguísimas y muy afiladas púas. Hay que tener mucho cuidado con ellos, porque además de tener una picadura que produce gran dolor, poseen una toxina que te provoca nauseas, dolor de cabeza y mareos. Los que han probado su picadura dicen que duele muchísimo.

Hay grandes bancos de lo que parecen anchoas, y los predadores los atacan por todos los flancos. También consigo ver un pequeño tiburón de arrecife.Los paisanos aquí tienen poco que hacer, se dedican a la pesca con caña y veo que están sacando peces globo. Es muy raro porque cuando los pescan, estos reaccionan hinchándose para parecer más grandes y evitar el peligro. Luego los pescadores los sacan y como no valen para comer los sueltan y los vuelven a echar al mar, pero estos flotan y como no están dentro del agua siguen percibiendo el peligro y no se deshinchan, quedan flotando en el agua a merced de las olas.
Conocí en la isla a un libanés muy majete que viajaba con sus dos niñas pequeñas de apenas 6 años. Es para ver lo independientes que son estas niñas. Se meten por caminos que incluso para mí resultan difíciles y si intentas ayudarles no aceptan tu ayuda, quieren hacerlo ellas solitas. No protestan ni se quejan ni na, una bendición de niñas. Una mañana me los encontré por la isla, yo acababa de salir de bucear y ellos buscaban un buen sitio para pasar el día, entonces muy fuí con ellos a explorar las playas más perdidas.

Nos estuvimos bañando en uno de los numerosos arroyos que hay por la isla, con sus pozas donde viven los varanos. Luego estuvimos cogiendo cocos, nos bebiamos su leche revitalizante, cargada de sales minerales y nos comiamos su delicada carne (son distintos de los que comemos en España).

Y así pasan los días, hay poco que hacer, tumbarse en la hamaca, bucear, comer, pasear... es un broche perfecto para acabar el viaje de una forma relajada. Lo único que incomoda es el monzón que empieza a pegar con fuerza. Por la tarde sale el sol y paseamos.

 Lo que encuentro me vuelve a dejar triste. Ha bajado la marea y entre las playas quedan grandes plataformas de coral expuestas a los rayos del sol. Está casi todo roto y descompuesto. Los escasos corales que quedan vivos aguantan como buenamente pueden mientras el sol los va secando. Es un espectáculo triste, un lugar maravilloso que poco a poco va languideciendo y muriéndo. También hay problemas con las basuras, los lugareños son un poco despreocupados y aquí hay poco espacio habitable cuando llegan los turistas en temporada alta. Mala combinación.


Ayer encontré un tubo fluorescente en medio de la playa, si se rompe y libera todo su veneno hubiera matado una gran cantidad de coral allá donde lo hubiera llevado la corriente. Estoy de acuerdo con mi amigo libanés, estuvimos hablando largo rato. El ha viajado mucho y ha visto mundo, y los dos pensamos lo mismo, no hay duda, la Tierra está muriendo muy rápidamente. Está siendo agredida a todos los niveles, en todos los lugares.



Hoy es mi última noche en Malasia. Vuelve a llover con muchas ganas. Caen cortinas de agua y los zorros voladores siguen viniendo a comer la fruta madura. Los cangrejos siguen filtrando la arena de la playa bajo la lluvia, hay actividad de los peces, están de cacería. Un coro de ranas pone música a la noche. Los relámpagos iluminan de morado el cielo y su sonido rasga las nubes sobre el mar. Huele a mar y a tierra mojada...La Tierra se muere, pero no será esta noche.

                                                     No hay duda, si Sandokan existiese viviría en esta isla.


Nutrias marinas
 Hemos cogido el ferry sin problemas para volver. A la llegada a Mersing me he quedado sorprendido. En la salida del puerto, en una pequeña playa junto a la bocana, un grupo de 4 nutrias marinas jugaban despreocupadas sobre la arena. Parece que no todo está perdido.



Navidad tropical bajo un sol abrasador
  Hemos llegado a Singapur para tomar nuestro vuelo de vuelta.  Nos alojamos en Little India, el enorme barrio hindú de Singapur, así conoceremos mejor otra parte de la ciudad. Tras pasar una tarde y una noche en el ambiente hindú a la mañana siguiente fuimos a conocer Orchard Road, una enorme avenida flanqueada de lujosos y gigantescos centros comerciales de auténtico lujo.
Después de estar en el abigarrado y un poco opresivo ambiente de Little India, Orchard Road fue como un soplo de aire fresco, con su ambiente cosmopolita y dinámico. Impresionan sus megacentros comerciales de diseño, he visto unos 20 ó 30, unos a continuación de otros. No escatiman en decoración y sólo ves primeras marcas de moda, de esas muy caras.

Lo que más sorprende es el ambiente navideño que impregna las calles. A pesar de que aquí no hay demasiados cristianos celebran la navidad, pero no desde el punto de vista religioso, sino desde el comercial. Es muy chocante toda la decoración navideña, con muñecos de nieve y árboles de navidad bajo el sol tropical. Los árboles navideños son espectaculares, de vivos colorines, amarillos y negros, azul y plata, de muchos metros de altura..  A sus pies la gente  pasea en manga corta y falditas.



 

Aquí el escaparatismo es llevado a su máximo exponente y los diseños son muy, pero que muy buenos. Nunca he visto nada así, es el paraiso del consumismo, la disneylandia del comercio.

Paqui estuvo unas navidades en Nueva York y dice que no hay comparación, que esto es muchísimo más espectacular y llamativo, que las marcas caras son iguales pero que aquí la decoración es mucho más impresionante.
La mezcla de razas es asombrosa, totalmente multicultural, la comida variadísima, mucho mejor que en Malasia. Las mujeres orientales vestidas al estilo occidental, marcando curvas, super sexys.

 Dentro de 24 horas todo esto quedará atrás, empieza el regreso. Después de un viaje de 22 a 24 horas espero llegar de vuelta a Zaragoza. Echaré de menos el poderosamente bueno café malayo. Probablemente el mejor café que he probado, contundente, espeso, sabroso y aderezado con un chorro de leche condensada. Insuperable sabor. Qué pena tener que volver al café  de España...  Adiós Malasia, adiós Singapur, gracias por vuestra hospitalidad y por todas las buenas sensaciones y recuerdos que me traigo.

2 comentarios:

  1. Yo quiero ir también, necesito un viaje programado y un guia, todo ello sin ánimo de lucro.
    Te lo digo muy en serio, piensa en escribir un libro, los comentarios son tuyos y muy buenos, y las fotografias sin comentarios.
    Tenemos que quedar y hablar muy en serio de todo esto. Hazle caso a esta mamá pesada que sabe lo que te dice. Felicidades de nuevo, un besico. A ver cuando tienes tiempo de ese café.

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    1. Muchas gracias Estela por tu apoyo, nos vamos de viaje cuando quieras y sí, un día de estos sin falta quedamos a echar ese café que tenemos pendiente. Besos

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