lunes, 31 de octubre de 2011

Diario de Bulgaria 4: Brujas, demonios y fantasmas


Plaza de los pintores, Plovdiv

1 de Noviembre de 2010 

Un grupo de brujas recorría la calle, monstruos, fantasmas, demonios y extraños seres se reunían en oscuros grupúsculos iluminados tan solo por la luz que salía de los ojos y bocas de las calabazas. Era la noche de Halloween y parece ser que ha llegado hasta estas latitudes también. No era yo solo el que se extrañaba, pues mucha gente que paseaba por la calle se quedaba con la misma cara de sorpresa que yo.
Grupos de 15 o 20 personas se juntaban frente al macdonalds de la calle principal. Ay.... si se lo hubieran dicho a sus padres o a sus abuelos hace apenas 20 años, cuando este país aún formaba parte del bloque soviético....no se lo hubieran creído. El americanismo campa a sus anchas por el mundo y nos exporta sus fiestas y sus absurdas costumbres, no sé, no es para mí eso de vestirse de muerto y salir a la calle a hacer el ganso. Lo de la calabaza me parece hasta bonito, pero lo de los disfraces...
Supongo que en España hoy los cementerios se llenaran de gente para llevarle flores a los que ya no están, o en México habrán cenado y bebido tequila toda la noche en los cementerios, delante de las tumbas de sus familiares, mientras comen caramelos con forma de calaveras, pero eso de vestirse de monstruito y salir a la calle a pedir dinero.....ja,ja,ja... eso si, nos echamos buenas risas a consta de estos adolescentes. Cada loco con su tema.


 
Interior de la mezquita de Plovdiv
  Habíamos llegado a media tarde a nuestro nuevo destino, la ciudad de Plovdiv, la segunda ciudad más importante del país. Como habían atrasado la hora la noche anterior, prácticamente fue llegar (tras 4 horas de viaje), hospedarnos y ya cayó la noche. Era una noche bastante gélida, lo cual no impedía que mucha gente paseara por las calles, comiera y bebiera en las terrazas y hasta algunas atrevidas se vistieran de brujas sexys ligeritas de ropa. Había músicos callejeros que desafiaban al frío para ganarse un dinerito. La verdad es que la ciudad tenía muy buena pinta, pero nos recogimos pronto.

Por el día hemos recorrido el casco antiguo, con su ambiente bohemio y evocador. Toda esta zona es peatonal y da gusto andar por ella. Bonitos edificios neoclásicos pintados de vivos colores compiten en ver cual tiene los detalles más bonitos, las fachadas con más molduras y esculturas. Los bajos están repletos de tiendas y bares de diseño. Tengo que decir que aquí los restaurantes tradicionales no abundan, en su lugar esta ciudad tiene una legión de pizzerías, kebabs y puestos de salchichas, una pena pero no se puede tener todo.


Café callejero
  El pavimento de mármol dio paso a las calles empedradas junto a la gran mezquita que posee esta ciudad. Su gran minarete es visible desde gran distancia y a su alrededor proliferan los tenderetes de joyas y gafas de sol. Las plazoletas de los alrededores están llenas de pintores callejeros que exponen y venden sus cuadros, y que nos trae una imagen muy cercana al Paris bohemio. La gente va y viene, los limpiabotas golpean sus cajones con los cepillos para llamar a los posibles clientes, la gente sale de tiendas y oficinas a fumar y tomar café en la calle, pues las calles están llenas de maquinas de café (los búlgaros son auténticos adictos a la cafeína) y aunque no me creáis, el café de estas máquinas es mucho más bueno que el que te puedes tomar en cualquier cafetería de todas las que hemos recorrido hasta ahora. Es increíble ver una cafetería bastante lujosa y que luego te sirvan la mierda de café que te ponen. Pero sales a la calle, echas tu monedita en la máquina y te sirve un café delicioso. No lo entiendo.








Casa tradicional
Seguimos recorriendo la ciudad antigua, los vestigios romanos empiezan a asomarse, unas columnas por aquí, los restos de un stadium allá, y lo más importante: un anfiteatro bastante bien conservado aunque no todo lo cuidado que a uno le gustaría. Eso si, este al menos sigue teniendo vida, pues hay varios festivales culturales en esta ciudad y el anfiteatro se convierte en escenario de conciertos.

La ciudad se extiende a lo largo de siete colinas, al igual que Roma. Pronto podemos comprobarlo, las calles empedradas comienzan a subir aunque afortunadamente hay bellas casas antiguas que te obligan a parar para contemplarlas y de paso tomar aire. Museos, iglesias, edificios del siglo XIX convertidos en pintorescos hoteles, museos etnográficos y galerías de arte (por cierto, en esta ciudad aprecian muchísimo a Dalí), tiendas de anticuario y como no, las tiendecillas de recuerdos, completan el bonito y agradable paseo mañanero.



Casa convertida en museo
Para terminar llegamos a lo alto de la colina, donde unas hermosas casas tradicionales de bella estampa y gran colorido ponen fin a lo urbanizado. Allí, un caminillo nos lleva a la cima. Entre una planicie herbosa y unos arbolitos encontramos unas grandes rocas y los restos de lo que un día fue una muralla. Los grafiteros lo han destrozado todo. Aquí estuvo el primer asentamiento de lo que se convertiría en esta ciudad. Según la guía fueron las primeras tribus Tracias las que instalaron aquí su aldea hace nada más y nada menos que 6000 años..... No sé, es lo que dice la guía y da mucha pena ver que un lugar así está tan poco conservado y tan agredido por los vándalos. Lo que si os puedo decir es que desde aquí hay unas vistas maravillosas a la ciudad, que se extiende todo alrededor por las colinas cercanas. El río divide la ciudad en dos y apenas a las afueras de la ciudad vemos las grandes chimeneas de lo que parece ser una central térmica, aunque lo mismo podría ser una nuclear, no estoy del todo seguro.
Cerámica típica búlgara
  Mañana nos vamos de aquí, pero debemos replantearnos el viaje. Ayer descarté una escapada a un pequeño pueblo del norte, Koprivistitsa, pues aunque seguro que vale la pena visitarlo creo que hay bastante dificultad con el transporte. El pueblo ha sido declarado como pueblo-museo bajo el auspicio del gobierno. Allí no encontraras carteles luminosos, ni publicidad ni nada que rompa la estética tradicional de la villa, dicen que es muy bonito. Recuerdo la belleza del pueblo de Nesebar rota por la intensa proliferación de carteles anunciadores de tiendas, hoteles y restaurantes.



El caso es que hemos mirado en la guía el tema de transporte y no encontramos autobús, el tren te deja a 8 Km. del pueblo y aunque dicen que hay un autobús que lleva al pueblo parece ser que no es seguro que aparezca. Y claro, la perspectiva de ir 8 Km. andando con la maleta pues va a ser que no. O sea que lo descartamos y decidimos cambiarlo por una estación de montaña que esta en las montañas Pirin. Es la estación de ski más importante del país y dicen que bastante bonita. Se llama Bansko y podría haber sido una buena base para internarnos en las montañas. Nos informamos de que hay autobús directo desde Plovdiv y pensábamos ir mañana por la mañana.

Desde las ruinas Trazias sobre la ciudad nueva
El caso es que hace apenas un rato nos hemos enterado de que solo hay un autobús y sale a las 3 de la tarde y tarda mas de 3 horas en llegar desde aquí. Y a falta de 4 días para nuestro regreso no podemos permitirnos el lujo de malgastar un día completo para llegar hasta allí, de noche y sin poder ver nada. O sea que muy a mi pesar, pues el cuerpo me pide montaña y me empiezo a cansar de tanto paisaje urbano, lo mejor es pasar olímpicamente de Bansko y tirar directos hasta la capital, Sofía, que está apenas a dos horas de aquí.
Es meternos de nuevo en la gran ciudad, pero es lo mejor pues está muy bien situada respecto al Monasterio de Rila que iba a ser nuestro último destino antes de tomar el vuelo, y también a las afueras de la ciudad hay un parque nacional de montaña. Esto es lo que tiene viajar por libre, que a veces las cosas no salen como uno ha planeado y hay que improvisar sobre la marcha, los posibles destinos que llevabas en la cabeza se caen por su propio peso ante la dificultad de acceder a ellos sin mucho trastorno pero a su vez se abren nuevas oportunidades para conocer otras cosas. 
Ya os iré contando.

Anfiteatro romano de Plovdiv





lunes, 24 de octubre de 2011

Diario de Bulgaria 3: Un vistazo al Mar Negro‏

Veliko Tarnovo sobre la hoz del río
    30 de Octubre de 2010

La fina lluvia se fue transformando poco a poco, casi sin darnos cuenta, en fina nieve. Nuestro autobús iba subiendo las montañas, rodeados de bosques dorados y amarillos, que se fueron volviendo blanquecinos según la altitud iba transformando la lluvia en nieve. Cuando llegamos a lo alto del puerto y el autobús paró para que tomáramos café, el paisaje se había vuelto completamente navideño. Bajando el puerto, el dorado se fue haciendo dueño de los bosques de nuevo.
Llevaba más de 24 horas lloviendo, no demasiado, era una especie de frío chirimiri, pero era suficiente para limitar nuestra visita a Veliko Tarnovo. Era un día de los que apetece estar en casita, delante de una chimenea leyendo un libro. Pero estábamos allí y había que aprovechar el tiempo, o sea que nos dedicamos a pasear por la ciudad antigua, con sus calles empedradas y casitas bajas con aleros que se tocaban unos con otros y balcones de madera llenos de plantas y de ropa puesta a secar.


 El humo de las chimeneas llenaba las calles con olor a madera quemada. De vez en cuando entrábamos en algún bar a tomar algo y descansar de la lluvia.
Al día siguiente nos fuimos a Burgas, una ciudad de la costa del Mar Negro y que ha sido nuestro campo base durante dos días, para ir a visitar poblaciones cercanas.
Fue al atravesar las montanas en dirección sureste de Veliko donde nos encontramos las montañas nevadas. Esa misma noche estaríamos pisando la arena de la playa, eso si, pertrechados con gorro, bufanda y guantes, pues soplaba un viento glacial. Al menos había dejado de llover.
Al principio Burgas nos pareció una ciudad sin demasiado encanto, muy industrial, con las grúas del puerto y los grandes depósitos de combustible dominando el horizonte. Pero una vez instalados, empezamos a pasear por sus calles y descubrimos su vida cotidiana. Calles comerciales peatonales repletas de tiendas de ropas de marca, cafeterías, restaurantes, mucha gente muy guapa y vestida de marca, y con edificios de estilo neoclásico pintados de llamativos colores. Entre sus plazas podíamos encontrar iglesias ortodoxas, centros comerciales y hoteles de lujo. Se estaba bastante bien y era un lugar para visitar la cercana Nesebar y la reserva de aves Poda.

Por la noche vimos un poco la vida nocturna de la ciudad, la gente cenaba en las Mejanas, que son las tabernas tradicionales de estilo rústico, todo madera y piedra y bonita decoración de herramientas tradicionales. Los manteles y servilletas de tejidos tradicionales, vamos, como el restaurante “El fuelle” de Zaragoza, pero con muchísimo más encanto.

Allí te preparan todo estilo de comidas, con una pinta buenísima, te lo comerías todo. Pero su especialidad son los asados. La gente se reúne en grupos y se dan auténticos festines. En todas las mejanas que hemos estado hay un pequeño grupo de músicos que toca temas de todo tipo, desde temas populares hasta temas de Eric Clapton o Joe Cocker. Joder, no me extraña que les guste tanto, se está de maravilla. Allí conocimos a unas chicas que hablaban italiano y ya nos unimos a su mesa. Y salimos un poquitos tocados del ala, pues nos enseñaron lo que se bebe en Bulgaria, la raquia, una especie de orujo que se acompaña con un yogur muy líquido. No es que sea mi bebida favorita, pero vaya, ahora entiendo como combaten el frío. Luego bailan todos juntos y parece ser que se lo pasan estupendamente.

Burgas está rodeada de 4 grandes lagos, alguno marino y los otros de agua dulce, y sus 9500 hectáreas de lagos la convierten en el mayor humedal de Bulgaria. Eso implica que tiene muchísimas especies de aves como pelícanos blancos, pelícanos dalmatianos, espátulas, avocetas, garzas, etc... hasta un total de 255 especies de aves. Y visitar esa reserva era uno de nuestros objetivos.
Pero primeramente fuimos a la cercana ciudad de Nesebar, situada a 37 kms. al norte de Burgas y declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Típica calle de Nesebar

Lo que originariamente era una pequeña isla rocosa, hoy ha sido unida por un espigón con carretera a la ciudad nueva que está en tierra firme.
En esta pequeña isla los griegos fundaron una ciudad llamada Mesembria en el año 580 A.C. Después, debido a las hostilidades de la cercana Apolonia (hoy Sozopol) decidió dejarse invadir por los romanos que parece ser eran mejores invasores que los Apolonios. Más tarde formó parte de Bizancio, luego fue invadida por los Búlgaros, y más tarde todavía por los Turcos. Finalmente dejó de ser un puerto obligado en la ruta comercial del mar Negro debido a la competencia de ciudades como Burgas y Varna. Hoy vive prácticamente del turismo.
Es un bonito pueblo con casas muy pintorescas de madera oscura como el chocolate y grandes aleros que prácticamente se tocan unos con otros. Las calles empedradas y los túneles de vegetación terminan de ambientar esta villa. Entre sus calles encontramos restos romanos y griegos, pero lo que realmente la hace destacar son los restos de las más de 80 iglesias bizantinas que llegó a tener en su momento de mayor esplendor. Estas iglesias de roca muy clara, con arcos y líneas de ladrillo caravista rojo y cenefas de discos cerámicos verdes son su verdadero tesoro.

Una de las numerosas iglesias bizantinas de Nesebar
La verdad es que es una visión muy bonita encontrártelas cuando sales de las estrechas calles de madera, dominando las plazoletas. Puedes pasear alrededor de la costa de esta isla y en apenas una hora habrás rodeado la isla completamente. El Mar Negro estaba bastante picado y potentes olas rompían contra el espigón rocoso que bordea prácticamente toda la isla. Por fin hacia sol y aunque soplaba el viento se estaba muy bien. Allí pasamos el día enterito.
La costa del Mar Negro está en plena expansión urbanística, lo que pasó en todo el litoral mediterráneo español está ocurriendo ahora en Bulgaria. Los precios sin competencia del país atraen a hordas de turistas, la mayoría alemanes, y eso se traduce en más hoteles y apartamentos, pero es que con los precios del país muchos turistas se han lanzado a comprar una segunda vivienda, o casa de vacaciones en esta costa, y eso está produciendo la rápida destrucción de lugares hasta no hace mucho vírgenes. Si es que hasta mí me dan ganas de comprarme una casa cuando veo los precios en las inmobiliarias. No sé, no sé, tendré que pensar en ello, si me la dieran a esos precios y me la llevaran a Zaragoza.... ja,ja,ja...
Detalle de una fachada

Pero ahora la temporada baja ha llegado a la costa, y la bulliciosa Nesebar esta ahora en plena hibernación. Ventanas cerradas, comercios, hoteles y restaurantes cerrados. De los que solo sabes de su existencia por sus carteles anunciadores que rompen la estética de las casitas de madera. Apenas unos pocos comercios mantienen sus puertas abiertas para el puñado de turistas que aún llegamos, pero pronto cerraran. Ahora el turismo masivo se traslada a las montañas, donde empieza la temporada de esquí. Es el otro polo de expansión inmobiliaria, muchísimos turistas están comprando casas en los pueblos cercanos a las cada día más abundantes estaciones de esquí. Aquí puedes comprar una casa de montaña con terreno por apenas 10.000 euros. De ahí para arriba claro.

En la reserva de aves Poda
 Y el turismo agresivo vuelve a invadirlo todo. Eso crea un gran conflicto en las gentes del país, los conservacionistas se echan las manos a la cabeza, pero don dinero manda y de momento nada parece hacer creer que esto vaya a parar. Una pena, es la gallina de los huevos de oro.

Hoy estuvimos en la reserva de aves Poda. Apenas a las afueras de la ciudad encuentras los lagos, grandes extensiones de agua salobre invadidas en todo su perímetro por carrizales. Hemos visto multitud de cormoranes, cisnes, ánades, garzas y aves cantoras. Pero los pelícanos se han hecho de rogar, hasta que prácticamente no nos íbamos a ir no han aparecido. Se ve que debían estar pescando en el mar y alguno con la tripa llena ha vuelto a los lagos para descansar. Apenas hemos visto 7 pero ha valido la pena la excursión. Poder salir de la ciudad y volver en autobús urbano para sumergirte en un humedal de esta envergadura no tiene precio.
Pelícano dalmatiano en pleno vuelo

La tarde la hemos pasado en la playa urbana de Burgas, que aunque no tiene demasiado encanto, estaba llena de gente paseando (con abrigos claro, no creáis que en bañador). Está bordeada de un extenso parque boscoso a lo largo de toda la costa. En el parque encontramos kioscos de música, terrazas, monumentos, instalaciones deportivas, la verdad es que lo tienen muy bien montado. Me imagino en verano, salir del tostadero de la playa y apenas ahí al lado, penetrar en la sombra fresca de este inmenso parque boscoso.

Bueno, mañana nos marchamos ya de la costa y volvemos al interior y a las montañas, a la ciudad de Plovdiv, la segunda ciudad del país.
Al caer la noche las iglesias cobran otra dimensión

lunes, 10 de octubre de 2011

Diario de Bulgaria 2: Cruzando la frontera‏





                                                         Veliko Tarnovo
                        

     27 de octubre de 2010




Restos de la era soviética en Ruse
   Como no estaba nada claro el horario del autobús, decidimos presentarnos en el parking del hotel Horoskope y probar suerte. No íbamos a madrugar demasiado pero si esto fallaba iríamos en el tren que salía más tarde, a mediodía.
Cuando llegamos al parking no había ni rastro de ningún autobús. Puede que se hubiera ido ya o puede que saliera más tarde. Vi a 4 o 5 personas junto a un coche y pensé que quizás ellos estarían esperando también. Seguro que si, pues miré la matrícula del coche y era de Bulgaria. Fui a preguntarles y.... sorpresa.... ese coche era el autobús a Bulgaria ja,ja,ja.... Impresionante. Y mira por donde quedaban dos plazas libres a pesar de no haber reservado. Un señor que llegó un poco más tarde se quedó sin plaza. Aunque la situación era un poco surrealista resultó ser mucho mejor opción, porque el tren tardaba 4 horas en llegar, el autobús nos habían dicho que tardaba tres horas y con el coche llegamos en apenas hora y media. Fue un viaje muy cómodo.
Cuando me quise dar cuenta estábamos cruzando el Danubio, que forma la frontera entre Rumanía y Bulgaria. Un gran puente de acero es la frontera. Del lado búlgaro, kilómetros de camiones de mercancías esperaban para cruzar la frontera. Nosotros lo hicimos en un momento y el control de pasaportes apenas duró un minuto. Ya estábamos dentro!!!!!!









Las tranquilas calles de la ciudad fronteriza de Ruse
  Nos dejaron en la ciudad fronteriza de Ruse, donde pasamos el día paseando por sus tranquilas calles, llenas de mujeres con carritos de niños, para que luego digan que Bulgaria tiene la tasa de natalidad más baja de Europa. En esta ciudad desde luego no era así. El ambiente era muy agradable, la temperatura también y nos fuimos a la orilla del gran río, el imponente Danubio era recorrido por grandes barcos plataformas que transportaban toneladas de carbón y de cemento, las grúas portuarias sobresalían en ambas orillas, y grandes y pesadas industrias se asentaban en las orillas rumanas y búlgaras, como si ambos países compitiesen por llevar sus malos humos lejos de sus países y se los echasen al vecino.


Grandes barracones abandonados, completamente llenos de desconchones y con todos los cristales rotos, con sus letreros en caracteres cirílicos de los que se habían caído algunas letras nos transportaron a otra época, la era soviética estaba allí delante de nuestros ojos, gris y decrépita, como un pasado que se resistía a desaparecer completamente. Las montañas de carbon y las grandes chimeneas sobre el cielo plomizo me traían imágenes a la mente, imágenes que creía ya olvidadas.

El enorme Danubio crea la frontera entre Bulgaria y Rumania

    Me sorprendí a mi mismo con la capacidad que había desarrollado de leer los carteles en cirílico, en tan solo un día. Me había estudiado las letras y las conocía casi todas antes de salir de viaje, pero ahora estaba inmerso en un mundo escrito en ese extraño lenguaje y me estaba resultando más fácil de lo que pensaba manejarme en él.
    Al día siguiente, es decir hoy, hemos cogido un microbus que nos ha traído a Veliko Tarnovo, una ciudad histórica. Fue la capital del II Imperio Búlgaro hasta principios del siglo XX en que la capital pasó a ser Sofía. Es una pequeña ciudad de casas bajas y estrechas calles empinadas, encajonada entre varias colinas y la hoz que forma el río que la atraviesa. Los bosques otoñales delimitan sus contornos y el conjunto es bastante bonito. Al fondo, ocupando todo una colina están los restos del fuerte bastión que fue esta ciudad.





Sus centenares de metros de muralla todavía delimitan perfectamente lo que fue la ciudadela, sus laderas conservan los círculos concéntricos que van formando los restos de lo que fueron, casas, iglesias y talleres. Quedan todavía los muros del palacio que albergaba y en lo alto de la colina, dominando el valle se alza una iglesia con sus cúpulas y torres de piedra rematadas por cruces. Es una visión grandiosa y bonita.


Esta fortaleza fue empezada a construir por los romanos, también estuvieron los Trazios y los Bizantinos, destruida varias veces por las guerras Turcas y ahí sigue resistiendo varios siglos después en su bello emplazamiento. Actualmente está en fase de reconstrucción.



El presidente del país, el jefe de la iglesia ortodoxa búlgara
y altos cargos del ejército
  Hemos llegado en un día especial. Hoy, precisamente hoy, es el 825 aniversario de que esta ciudad se convirtió en la capital del segundo Imperio Búlgaro y como era un día tan especial resulta que ha venido el presidente del país, acompañado de un cura que debe ser algo así como el papa de la iglesia ortodoxa, otros políticos y claro, escoltas, coches oficiales y demás parafernalias. Todo el sequito y sistema de seguridad del presidente.
    Hemos visto la ceremonia, los soldados vestidos de gala disparaban salvas cada vez que una voz decía el nombre de uno de los 22 zares que tuvo la ciudad, y unas chicas iban soltando un globo por cada uno de ellos. Lo hemos estado viendo por un rato y después nos hemos ido a ver el monumento. Lo bueno es que nos ha salido gratis porque hoy no cobraban entrada.
    Al llegar a la iglesia de lo alto (la iglesia de la Sagrada Sabiduría) nos hemos asustado porque de repente han salido dos tíos vestidos de negro y con pasamontañas portando unos enormes fusiles. Eran los francotiradores que habían apostado en el campanario de la iglesia, parte del sistema de seguridad del presidente. Como para haber tonteado o bromeado, te pegan un tiro por menos de nada. Luego subimos a la torre y las vistas de la ciudad extendiéndose a lo largo y ancho de las colinas boscosas era muy bucólica, las casitas con sus fachadas blancas y sus tejados rojizos. Lástima que la luz no era muy buena.
Puente sobre el río, entrada a la fortaleza
   Por la noche han hecho un espectáculo de luz y sonido sobre las murallas de la fortaleza y las ruinas. Es un espectáculo que deben hacer muchas noches de verano, cuando hay turistas. Pero hoy también ha tocado debido al día que era. Muchísima gente ha ido a verlo y la verdad es que vale la pena. Una música de fondo lo inunda todo, las grandes campanas que hay instaladas por las laderas de las colinas empiezan a tocar y los muros y ruinas se van iluminando de colores, rojos, azules, amarillos, por partes, todo a la vez, intentando contar la historia de la construcción y las sucesivas destrucciones de la ciudad. Y realmente consiguen recrear una ciudad fantasmagórica que aparece y desaparece.  Algunos efectos de luz eran sorprendentes y del campanario salían haces de rayos láser. Finalmente unos fuegos artificiales han puesto punto y final a la celebración y yo pongo punto y final al relato en este momento, que ya es un poco tarde.

La ciudad de Veliko desde la fortaleza


lunes, 3 de octubre de 2011

Diario de Bulgaria 1: El otoño del este


26 Octubre 2010

El aeropuerto Baneasa de Bucarest ya no tenía mucho secreto para mí. Sabía que en las afueras esperaban decenas de timadores, ganchos de hoteles caros y malos, taxistas piratas sin escrúpulos y aunque alguno me siguió dándome la brasa para que me fuera con ellos, yo seguí recto sin hacerles ni caso. Había decidido ir a la ciudad en autobús urbano y cuando iba a cruzar la autopista para llegar a la parada del autobús, un taxista con cara de bonachón me ofreció un precio muy bueno al que no me pude resistir, por llevarme a la ciudad.


El Arco del Triunfo de Bucarest
  La noche era fría y atravesamos el Arco del Triunfo que engalana esta parte  de la ciudad. El paisaje urbano me era muy conocido, hacía apenas 3 meses que había estado aquí. Fui directo al Magic Grand hotel para encontrarme con mi compañera de viaje, Paqui, que había llegado 12 horas antes procedente de Madrid y sabía que no le hacía mucha gracia pasar el día allí sola, me lo había dicho en las largas conversaciones telefónicas que habíamos tenido antes de volar aquí. A ella la habían dejado colgada una semana antes, pensaba irse a Camboya y su compi de viaje desapareció de repente. Luego contactó conmigo y en un par de días se decidió a cambiar de destino y venirse a Bulgaria y ahora nos íbamos a conocer en persona.
    Se alegró mucho de verme pues no había tenido muy buen día. Yo también me alegré mucho porque apenas una semana antes mi plan era viajar en solitario, y la verdad, no me apetecía demasiado pues aunque esta vez el viaje sólo duraría dos semanas, quizás sería demasiado tiempo para estar solo si no conseguía comunicarme regularmente con los paisanos. En fin, que me alegré mucho de no tener que venirme solo y hacerlo con alguien con quien había bastante afinidad.
   El centro de  Bucarest estaba muy animado a pesar del frío reinante. La plaza Unirii con sus múltiples y enormes pantallas luminosas sobre las paredes de grandes centros comerciales te llevaba a un paisaje futurista, una mezcla de Tokio y de Picadilly Circus.
    Multitud de gente bajaba a la zona de Lipscani a cenar y a salir de copas. Un desfile de cuerpazos embutidos en ceñidas vestimentas y sobre altos taconazos iba de aquí para allá. Largas cabelleras rubias como el platino frente a pelos azabaches. Dios, pero qué guapas y tremendas están las mujeres de Bucarest.
  

Iconografía ortodoxa a la entrada de una iglesia
  
Beatas ortodoxas en un puesto callejero
 Intentamos averiguar a que hora salía el autobús que llevaba a Bulgaria, pero nadie sabía decirnos. Si que dimos con el sitio, pues es un parking frente al hotel Horoskope en plaza Unirii. Pero cada vez que alguien sabia de la existencia de este autobús te decía una hora distinta que el anterior, por lo que no sacamos nada en claro. El domingo por la mañana volvimos a intentarlo y al final tuvimos que desistir pues la gente solo conseguía confundirnos más con los horarios. Nos presentaríamos allí el lunes y que fuese lo que fuese, luego nos enteramos de que también teníamos la posibilidad de cruzar la frontera en tren, en el expreso que une Bucarest con Estambul. O sea que por lo menos teníamos un plan B.



Palacio presidencial de Caucescu
el segundo edificio más grande del mundo tras el Pentágono

    El domingo lo dedicamos a recorrer Bucarest, el Palacio del Parlamento, que es el segundo edificio mas grande del mundo después del Pentágono, construido por el dictador Caucescu que después moriría en la revolución que se levantó contra él y que devolvería a Rumania a la democracia tras caer el Telón de acero. Vimos monasterios ortodoxos, con sus frescos bizantinos en los muros, con su colección de extraños personajes desde los sacerdotes con grandes barbas vestidos de negro, hasta las señoras con el cabello cubierto por pañuelos que se arrodillan y no paran de hacer las genuflexiones ortodoxas.




   Paseamos por los grandes y exuberantes parques de Bucarest, con enormes lagos que cuando llega el invierno se congelan y se llenan de patinadores sobre hielo. Los verdes parques que tanto me habían gustado este verano pasado ahora estaban en su momento más glorioso, el otoño los había tocado con su dedo, y el verde se había convertido en multitud de tonos amarillos, marrones, rojizos, rosáceos. Era un enorme placer pasear por allí. A diferencia de lo que se hace en nuestros parques, allí no se recogen las hojas del suelo y una espesa alfombra de hojarasca cubre el césped dando la impresión de que estas paseando por un bosque. Muchísima gente paseaba por allí y las barcas recorrían el gran lago, los patinadores iban de allá para acá todavía sobre el asfalto, esperando a que el frío les permita cambiar las ruedas de sus patines por las cuchillas para el hielo.


La gente hace mucha vida en los grandes parques de la ciudad

Cuando llegaban bandadas de pájaros a los árboles había que tener cuidado, porque hacían caer multitud de grandes avellanas que se estrellaban contra el suelo como piedras, con el consiguiente peligro para tu cabeza. Un ecuatoriano tocaba en el parque (si, parecía una continuación de las fiestas del Pilar) y un montón de chicas rumanas cantaban las canciones en perfecto español y además bailaban al unísono una coreografía seguramente sacada del canal telenovela en español. Era una cosa rara y bastante divertida. El humo de asadores y barbacoas se mezclaba con la neblina que traía la caída del sol.
    Como la noche no era excesivamente fría hasta nos atrevimos a cenar en una terraza al igual que hacen ellos. Se notaba menos movimiento que la noche anterior pero aun así los bares de copas estaban llenos de gente que cantaba y bailaba sin pensar que al día siguiente tendrían que ir a trabajar.
     Los parques de Bucarest tienen mucha vida en otoño.
Piatza Unirii, en el centro de la bulliciosa Bucarest