lunes, 27 de agosto de 2012

Relatos desde India 7: La verde Kerala


               6 de Noviembre de 2009

Fuimos al RRR Hotel a probar la típica comida del sur. Es como la del norte, pero quizás aún más especiada, aunque menos picante. Quizás es que ya me he acostumbrado al picante y ya me parece más suave, no sé. El caso es que en esta zona es típico que en vez de en un plato te sirvan la comida en hojas de plátano y te la comas con las manos. Es muy exótico, pero un poco raro. Allí en España estamos acostumbrados a comer con las manos las costillas o las gambas o un muslo de pollo, pero no el arroz. La gente mezcla las salsas sobre un montón de arroz que se pone sobre la hoja de banano y para adentro.

     Me hace gracia porque recuerdo que mi padre siempre me decía que no se come con las manos, anda que si levantara la cabeza y me viera con todos los llenos dedos de salsa de curry...  Es una buena manera de no tener que lavar los platos ni los cubiertos. La verdad es que aprovechan totalmente la planta del banano, por un lado los sabrosísimos plátanos, por otro lado las hojas usadas como plato y luego, junto con los restos de la comida se las echan a las vacas, y por otro lado pelan el tallo y dejan la médula blanca que se come cortada a trocitos una vez cocinada. Vamos, que no queda  prácticamente nada de la planta.

 

    Anteayer nos despedimos de Imma. Ella ya acaba su viaje. La acompañamos a la estación de autobuses a coger un bus hasta Bangalore, desde donde tiene un vuelo a Bombay. Nos dio mucha pena despedirnos de ella, era la más divertida de los tres. En cierta forma también me dio un poco de envidia, pronto estará con la gente a la que quiere, lo pas,o mal durante el viaje, la comida, diarreas, catarros, fiebre.... Dijo que lo primero que se iba a comer cuando llegara sería un bocadillo de jamón, mmmmhhh.... qué rico. Es lo que tiene el viajar, que a veces también echas muchas cosas de menos, las personas, tu casa con tu cama, tu sofá, tu cuarto de baño, pero el que algo quiere.... Yo no sé qué será lo primero que coma cuando llegue, ¿quizás cordero, sepia a la plancha? tengo días para decidirlo. El viaje ahora empieza una nueva fase, ahora solo estamos dos.

  

    Después de dejarla nos fuimos de compras. Mysore es famosa por sus tallas de madera, hay muy buenos artesanos en esta ciudad y suelen utilizar la madera de sándalo, con su inconfundible perfume. Pero es una madera muy cara. El caso es que quería comprarme una talla de madera. Otros años suelo comprar regalos para mucha gente, pero este año creo que será diferente. La verdad es que tampoco he visto nada que me guste especialmente, mucha ropa y cacharrería jipilona que luego no sabes qué hacer con ella. No sé, como no me dé al final por ponerme a comprar creo que volveré ligerito de equipaje. Y viendo las preciosas tallas de madera que hacen aquí creo que este año invertiré en mi mismo.

  


     Como no encontraba tiendas, visité un par de Emporiums del gobierno. Había muebles y tallas increíblemente bonitas y con un trabajo super refinado. Pero los precios eran prohibitivos, yo creo que incluso más caros de lo que costarían en España. Y como no conseguía que me entendieran cuando les preguntaba por las  "wood carving factories" o sea, donde las fabrican, al final encontré a un señor que me lo tradujo al canara (la lengua que se habla en Karnataka) y un ricksaw me llevo hasta allí.
    


Frente a frente, mezquita y catedral conviven y compiten
por llevarse a los niños cada una a su confesión
     Bueno, bueno… Había tallas buenísimas, ahí lo difícil era decidirse por alguna. Pues había tanta variedad y tantos precios.. no me quería gastar demasiado y tenía que ser algo que me pudiera traer yo mismo, pues muchas eran demasiado grandes para traértelas en el vuelo de vuelta. Primero descarté las de madera de sándalo, pues eran como unas 3 veces más caras que las otras y me daba igual que olieran o no.
     Al final elegí un Krishna, dios de la música, una talla de cedro blanco muy elegante ¿Su precio? al cambio.... 38 euros!!!!!!  Impresionante. Por tallas más pequeñas y de peor calidad me pedían en los emporiums 400 ó 500 euros, más de 10 veces su valor en la fábrica. No quiero ni pensar cuánto costarán en España. Vamos, que me fui más contento que chupillas. 


     Una de las curiosidades que me enseñaron en la fábrica era una pequeña cápsula de madera de sándalo. En su interior había una semilla poco más grande que una lenteja. En uno de los lados había una minúscula tallita de madera blanca, era un elefante perfecto. Muy curioso y muy bonito, pero cual no sería mi sorpresa cuando me mostraron que el diminuto elefante en realidad era el tapón de la lenteja y dentro había.... ¡¡unos 20 ó 30 elefantitos de apenas un milímetro!! ¡¡con todos sus detalles!! Impresionante, me pareció magia que se pudiera tallar una cosa tan diminuta con tanto detalle. Me explicaron que se usa en astrología y en la magia.
  
Plantaciones de té en Munnar
En primer término las hojas que luego servirán de infusión
     Luego teníamos que irnos a nuestro próximo destino: Munnar, el pueblo de los campos de te. Solo había un bus diario y casi nadie conocía que se pudiera hacer directamente ese trayecto. Costó trabajo averiguarlo, pero existía la posibilidad.

    Nos presentamos a las 5 de la tarde para asegurarnos una plaza. Nos dijeron que salía a las 6. Y nos dieron las 6, las 7 y las 8 y el autobús que no venía. Se ve que se había estropeado y tenía que venir otro autobús desde Bangalore, una ciudad que estaba a 3 horas de camino. La espera fue interminable pues nadie sabía nada. Anocheció y entre las sillas de espera comenzaron a salir y a corretear ratas, no muchas, solo 3. Pero era una pasada verlas corriendo entre tus pies, cogiendo los restos de comida que dejaban las personas mientras esperaban, cáscaras de cacahuetes, trozos de galletas y de vez en cuando pasaba alguna con una hoja de periódico para acolchar su nido. La gente ni se inmutaba, era algo de lo más normal, pero no para Sonia ni para mí.

   
Las plantaciones lo cubren todo
     Empezamos a desesperarnos por la espera, yo pensaba que íbamos a tener que quedarnos a dormir otra noche en Mysore y al día siguiente cambiar la ruta. Pero entonces apareció un autobús a Ernakulam, y decidimos tomarlo. Desde allí llegaríamos a Munnar con otro autobús, pues ya dentro del estado de Kerala seria más fácil encontrar bus hasta allí. La combinación era mucho más larga y cansada, pero bueno, o eso o quedarse esperando y no nos lo pensamos.

  
Las plantaciones dibujan el contorno del suelo
     El paisaje de Kerala era muy bonito, los cocoteros y las selvas se habían apoderado del horizonte. Pasamos por grandes cascadas, bosques de bambú, cultivos de caucho y de eucalipto.  Luego el pequeño bus de transporte local que nos llevó a Munnar empezó a subir, renqueando, las duras carreteras de los Ghates occidentales, las montañas selváticas que separan la costa de las tierras altas del interior. Tras cuatro largas horas y media más llegamos a los montes de Munnar. El paisaje era sorprendente. Nunca había visto plantaciones de té. Los arbustos no son muy altos, algo así como un metro o metro veinte. Para cortar el te pasan unas varas y cortan las hojas que sobresalen, las más nuevas y de color más claro. Es impresionante ver los cultivos.  Parecen una piel vegetal que se aferra a la tierra, adaptándose a cada forma de las colinas, a cada barranco, a cada vaguada. Muy bonito la verdad.
 
    
     Las plantas tienen una base leñosa antigua y gruesa y de ahí salen las ramas, tienen forma de paraguas y están separadas lo justito para que pase una persona recolectando, por lo que al verlas desde lejos, las colinas se ven como una retícula de arbustos perfectos, todos de la misma altura. Solo las Ipomeas y las Lantanas que crecen en las lindes de los caminos rompen la tiranía monocromática del verde.

   Lo malo es que poco duró la alegría. Han entrado nubes y se ha puesto a llover. Y estamos hechos polvo. Llegar hasta aquí nos ha costado 19 horas desde que nos fuimos a buscar el autobús. Apenas hemos dormido pues la carretera tenía muchas curvas y dormíamos a ratitos. O sea que esta tarde poco se puede hacer. Toca quedarse en el hotel, calentitos y ver la tele o leer. Como una tarde de domingo lluviosa en Zaragoza. El cuerpo lo agradecerá.
 
Recolectoras del té
     Tras dormir largas horas vemos que el día nos ha traído la niebla. No llueve, pero los campos de té aparecen y desaparecen constantemente. Es una pena haber venido hasta aquí y no ver los campos en su esplendor, de un verde radiante bajo el sol y con las mujeres vestidas de vivos colores recogiendo las hojas. Pero igualmente está muy bonito.
   Cuando la niebla lo permite, vemos los ondulados campos de té dibujando el relieve de las colinas, como una piel vegetal. Nos vamos a recorrer un sendero que lleva a un mirador, pero en lugar de las plantaciones perdiéndose hasta el horizonte solo podemos ver las blancas nubes que se han apoderado de todo alrededor.

     Luego nos internamos en unas junglas que tienen un ambiente muy especial con la niebla. Los grandes árboles aparecen fantasmagóricos entre la neblina teñida de verde. Pequeños arroyos corretean bajo la alfombra vegetal, invadiéndolo todo con su sonido, se oye la voz de extrañas aves y en algunos lugares el sonido de multitud de insectos se apodera de los espacios vacíos entre las hojas. Es muy relajante.

 
Trabajadoras de la carretera
     Luego aprovecho que la niebla ha subido un poco y me voy solo a recorrer las plantaciones de té. Sonia se quedó en el hotel, y allí en la soledad, puedo apreciar la grandeza y el trabajo de estos paisajes. Veo a un grupo de mujeres recogiendo las hojas, con sus chubasqueros hechos de plástico transparente. Recorro los senderos que serpentean por las colinas, siempre acompañado por las cuidadas plantas de té. Pocos cultivos debe haber en el mundo que sean tan cuidados y mimados como estos.
 

Diminuto entre árboles gigantescos
   
  Además de té, aquí se plantan muchas especias, cardamomo, pimienta, vainilla, canela y café entre otras.
   
 Apuraremos hasta mañana a ver si cambia el tiempo y podemos ver esto con sol. Aunque parece que no va a ser así. Las nubes están muy metidas y no sopla el viento.

Quizás vayamos a ver alguna cascada, hay unas cuantas por esta zona. Y si no nos iremos a nuestro próximo destino: la ciudad de Kochin.


    El viaje debe continuar, nuevos destinos nos esperan. Como dice la canción de Queen, Show must go on.

Con o sin lluvia, las recolectoras del té se afanan en recoger las valiosas hojas