martes, 27 de septiembre de 2011

Crónicas de Tailandia 16: El país de los contrastes‏

                                    

                                           Martes, 09 de diciembre de 2008

El bullicio es impresionante en esta enorme ciudad
El tren se mueve perezosamente cuando comienza a entrar en la ciudad, como si le costara trabajo continuar. A los lados de las vías, durante los últimos kilómetros, se arremolinan las chabolas, con su ropa tendida junto a la vía,  y polvorientos y oscuros restaurantes. Sin ninguna duda estamos en la zona metropolitana de Bangkok, volvemos a la ciudad de los microcosmos. Poco más tarde puedo confirmar mis suposiciones al ver emerger entre el laberinto de chabolas y cables eléctricos, los relucientes rascacielos con sus fachadas de cristal devolviendo el saludo al sol naciente. Han sido 15 horas de viaje, pero apenas me he enterado, lo pasé leyendo y durmiendo. 

    El tren se detiene varias veces, resulta que no siempre tiene preferencia de paso, unas veces sí, pero otras debemos esperar a que pasen las legiones de motos y coches, esto si que no lo había visto nunca. Poco a poco y tras varias paradas llegamos a la estación central. Qué raro estar aquí otra vez. Parece que fue ayer cuando estábamos en este hall, justo antes de irnos a Ayutthaya. El tiempo es algo totalmente elástico y relativo. Si me paro a pensar en la última vez que estuve aquí parece que haya pasado una eternidad, los días en Ayutthaya parecen de otra época, Kanchanaburi y su río Kwai es algo lejanísimo en el tiempo, y sin embargo ahora mismo, parece que nunca me hubiera ido de Bangkok, como si tuviera todo el viaje por delante otra vez. Es un poco como volver a casa, a algo que ya conoces.

   La actividad vuelve a ser frenética. Esta ciudad es un inmenso mercado, todas sus calles están pobladas de tenderetes, puestos, tiendas y almacenes. En una zona son herreros, en otra soóo venden flores, en otra frutas, en otras los productos farmacéuticos, pero a lo largo de todo el recorrido sólo vemos tiendas. Y un atasco continuo. Hoy ya nos sentimos en casa, ha sido salir de la estación y coger el autobús urbano, como quien lo hace rutinariamente. Y nos vamos al barrio, a Banglamphu.


Delicias en puestos callejeros
 

   Al ver el río Chao Praya, me viene a la cabeza el día que llegué aquí, la noche del Loi Kratong, la de la ofrenda floral al río y la cabalgata de barcos bellamente iluminados ¿Realmente solo ha pasado un mes desde entonces? No puede ser.
  
    La verdad es que Tailandia es un país de contrastes. Contrastes de gentes, con su diversidad de razas, malayos casi negros en el sur, muchísimos chinos, medio tibetanos en el norte. Contrastes de religiones, budistas en el norte, musulmanes en el sur, pequeñas islas de cristianismo y confucionismo. Contraste económico, sus fastuosos rascacielos rodeados de chabolas, los potentes todoterrenos de alta gama y las familias de 4 o 5 miembros montados en la misma moto. Contraste de moralidades, los monjes budistas con sus ropajes anaranjados paseando junto a los nidos de prostitución más depravados. Las aldeas de musulmanes, en las que pasean y trabajan tranquilamente y con todo el respeto centenares de travestis y transexuales. Si, en Bangkok hay miles y miles de travestis, pero en cualquier pequeña aldea, en los restaurantes regidos por musulmanes, es bastante probable que los camareros que te atiendan sean travestis. Y nadie se escandaliza, es otra opción más y es totalmente respetada. Es una de las cosas que más me ha gustado de esta gente, su respeto hacia los otros, su tolerancia hacia el que no es como ellos. En España tenemos mucho que aprender todavía.

     Luego fuimos a Silom, la zona comercial de la ciudad, flanqueada de rascacielos. Hoy estaba mucho más animada que aquel lejano domingo que estuvimos por primera vez. Claro, hoy es día laborable y se nota. Los restaurantes callejeros acogen a una multitud de oficinistas y ejecutivos, mayoritariamente mujeres, que aprovechan el escaso tiempo libre para salir apenas a comer un bocado y volver a sus trabajos. El contraste, el bullicio de esta ciudad me hacen pensar en Ko Lipe, donde la gente vivía sin prisas ningunas, viendo pasar el tiempo dormitando en las puertas de sus negocios familiares, donde los niños se bañaban en los arroyos.


Vistas de Bangkok desde las oficinas de Air

Varano a los pies de los rascacielos
  El motivo de nuestra visita a Silom es que quiero ir a las oficinas de Air France, para aclarar en persona el tema de los vuelos de vuelta. Llegamos al acristalado edificio, en un santiamén el ascensor nos deja en la planta 20... y oh.... sorpresa..¡¡¡es una oficina virtual!!!! No hay nadie para atendernos, tan solo 3 ordenadores, 3 teléfonos y una cámara de video vigilándonos. Dios, que cosa más fría, es como de ciencia ficción. En fin, por lo menos por el teléfono oímos una voz humana, no una grabación. Parece ser que todo está normal, saldremos según lo previsto. Bufff, qué alivio. Nos podíamos haber ahorrado el viaje sabiendo que no íbamos a encontrar a nadie en esta extraña oficina. Pero valió la pena, las vistas sobre la ciudad son extraordinarias.  
 Y luego no hemos hecho mas que salir del edificio y a apenas 200 metros en un canal que recorre la ciudad, vemos un varano, enorme, de un metro y medio o más. Es como una especie de lagarto, este del tamaño de un caimán. Salimos de una oficina de ciencia ficción y a los 2 minutos nos sentimos transportados a la jungla. Esto sólo puede pasar en Bangkok





   Luego volvemos a Chinatown, donde los olores de comidas y la multitud invaden literalmente todo el espacio disponible. Las grandes avenidas están plagadas de enormes carteles luminosos que se apoderan de el espacio vacío entre los edificios de las dos partes de la calle. Todos compiten por su espacio, como las hojas de los árboles cuando buscan la luz solar. En los estrechos callejones cuesta trabajo moverse entre la gente y la multitud de mercancías que se agolpan a los lados. Los carros llenos de grandes cajas de cartón son los únicos vehículos que pueden circular entre tal gentío. Es una auténtica locura. Volvemos al barrio por nuestro camino favorito, el río.

   Bangkok me sigue pareciendo una ciudad alucinante, a pesar de tanto alboroto y frenesí. Es realmente interesante y parece que todo vaya a ser posible aquí.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Crónicas de Tailandia 15: De vuelta a tierra firme‏

                                          Domingo, 07 de diciembre de 2008


Ko Tarutao está compuesto por 57 islas

El cielo negro se apoderaba de las montañas boscosas. Allá a lo lejos se veían blancas cortinas de agua cayendo y por la dirección que llevamos nos va a coger de lleno. La lancha rápida donde viajamos va botando constantemente como si atravesáramos una carretera llena de baches a toda velocidad. La lluvia nos alcanza, y a estas velocidades las gotas de agua golpean nuestra cara cual si fueran pequeños proyectiles.

Toda la gente de la cubierta corre a refugiarse bajo techo. Estamos llegando a tierra firme, a lo lejos se ven las montañas bajo las cuales se aloja el puerto de Pak Bara. Es un puerto con mucha actividad pesquera, la flota está amarrada y podemos ver estos extraños pesqueros con sus baterías de luces y su estilo oriental. En la otra orilla, docenas de casas de zinc se apoyan sobre pilotes en mitad de la ría. Ha habido inundaciones un poquito más al sur, en Hat Yai, si empieza a llover de nuevo como parece ser que será, quizás los habitantes de estas construcciones corran peligro.

   
Uno no sabe qué isla es mejor que otra, son todas increíbles
 Los días en Ko Lipe han sido magníficos, hemos buceado varias horas al día, porque si sus playas y colinas revestidas de jungla nos parecían encantadoras, los fondos marinos superan con creces el espectáculo de la superficie. La arquitectura del coral es increíble, hemos estado en la capilla sixtina del coral. La naturaleza ha derrochado aquí toda su imaginación creando un impresionante mundo de formas y colores de una variedad infinita. Ayer cogimos una barca y nos fuimos a pasear por algunas de las 51 islas que forman el Parque Nacional Marítimo de Ko Tarutao, y estuvimos en algunas zonas, que realmente me hicieron sentir una experiencia casi mística. Los inmensos e intricados laberintos coralinos, con todo su espacio lleno de vida, llegaban prácticamente hasta la superficie. En algunas zonas había que ir con mucho cuidado, pues entre la punta de los corales y la superficie sólo cabía mi cuerpo y luego estaban las largas espinas del tipo de erizos marinos que hay por estas latitudes. Nada que ver con los erizos marinos que conocemos en España. Estos tienen unas largas y afiladísimas púas de unos 20 cms. de longitud sobresaliendo sobre su extraña boca cónica de color rojo y rodeada de puntos blancos.

Javi en pleno snorkel
 La vida bulle entre los recovecos de las diversas láminas de corales planos, están llenas de anémonas, crustáceos y los surrealistas peces juegan al laberinto entre sus pliegues.  Otras formaciones hacen parecer enanas a las anteriores formaciones que tan grandes me parecieron en Ko Lanta. Aquí hay auténticas montañas de coral de 10 o 15 metros de altura, unas de forma piramidal con toda su parafernalia de agujas y lóbulos, otros son inmensas bolas de varios metros de diámetro , esferas casi perfectas llenas de millones de pequeños alvéolos de colores. Casi parece un paisaje de otro mundo. Y se extiende durante kilómetros y kilómetros. Ojalá sepamos conservar estas maravillas, es un mundo tan frágil....




Corales y selva, todo junto. Impresionante Ko Tarutao

    En las islas desiertas donde arribamos ayer, a pesar de estar tan apartadas, las corrientes marinas habían dejado mucha basura. Era sorprendente. Llegabas y veías unas playas impresionantes, de blanco reluciente, con el mar esmeralda rodeándolas, llenas de manglares y con impenetrables junglas. Eran las islas de Robinson Crusoe, auténticos paraísos perdidos, llenas de monos y extrañas aves y mariposas. Estabas en las playas vírgenes, te dabas la vuelta y andabas 3 pasos y entrabas en unas oscuras junglas pobladas de todo tipo de sonidos animales. Entre la hojarasca del bosque había miles de grandes conchas marinas semienterradas. Todo un paraíso, el anuncio del Fa hecho realidad, y sin embargo, si empezabas a mirar mejor veías botellas, chancletas de niños, trozos de tubería, jirones de redes, bolsas y toda clase de desperdicios. Era imposible que hubieran llegado allí con la gente, no esa clase de basuras, estas sin duda las había traído el mar hasta estas costas vírgenes. Toda una pena. La situación se repetía en otras islas. Nos olvidamos de nuestras basuras, algunos incluso pasan de reciclar, se creen que cuando la tiras desaparece como por arte de magia, pero no, aquí estaba la prueba de que todo eso vuelve a nosotros, y lo que es peor, al mar, que no tiene la culpa de que seamos tan cerdos.
 
Los Chao Lah comen huevos de tortuga

poblado Chao Lah, bañando a los niños
 
barcos de pesca en Pak Bara


 
Vuelta a tierra firme, detalle de farola en Pak Bara



 


 La vida en la isla es muy tranquila. La gente, los Chao Lah, pasan el día en familia, atendiendo relajadamente sus negocios, entre gallinas y patos. Los niños juegan libres, entre árboles y arroyos. Realmente el paraiso existe




   


 


viernes, 9 de septiembre de 2011

Crónicas de Tailandia 14: El paraíso existe‏

            
  
                                                                                       Miércoles, 03 de diciembre de 2008

  El viaje a Ko Lipe ha sido delicioso. Al final, las 6 horas de barco se han convertido en 7 tal y como yo me temía. Pero no importa, realmente lo he disfrutado. Estamos en medio del Océano Indico, estamos en mitad de ninguna parte, sólo los corales y la exuberante vegetación que se aferra tenazmente a cualquier resquicio de tierra que emerge del mar. Ha sido magnifico este viaje en barco.








 Salimos del norte de Ko Lanta, recorrimos toda la costa oeste, podíamos ver a lo lejos todas las playas que recorrimos los pasados días, allá a lo lejos apenas se distinguían nuestros bungalows entre la densidad de la vegetación. Al final dejamos la isla atrás, y empezamos a internarnos en el océano. Pero en esta zona el océano esta salpicado de islas, unas más grandes y algunas pequeñitas, pero todas magníficas. Algunas eran perfectas como localización para una película de piratas, con sus enormes paredones verticales que caen a pico sobre el océano y toda su superficie cubierta de espesas junglas. Algunas con sus pequeñas playitas y calas.




     Hacía un día buenísimo y lo he pasado sobre la cubierta del barco. En mitad de la travesía cambiamos de barco, en alta mar, dejamos nuestro pequeño barquito y cogimos uno mucho más grande y rápido. Era vertiginoso ver como aparecían y desaparecían islas en mitad de la nada.  De repente aparecían grupos de peces saltando sobre la superficie del mar, largo rato, casi como si fueran peces voladores. Las aves marinas se lanzaban en picado sobre los peces de la superficie. También vi dos grandes peces agujas haciendo una cosa muy rara, se deslizaban sobre la superficie pero.... verticalmente!!!! con todo su cuerpo fuera del agua y saltando solo sobre su cola, raro, raro, raro...



 Después, solo mar abierto, durante un par de horas, y luego... a lo lejos, entre la calima, empieza a dibujarse un contorno montañoso, que cada vez empieza a definirse mejor. Estamos llegando al parque nacional de Ko Tarutao, con sus diversas islas superponiéndose a lo lejos. La llegada a Ko Lipe ha sido emocionante, al acercarnos a la costa hemos alucinado con la trasparencia del agua, podíamos ver los corales allí mismo, pero incluso en el puerto. Se veían estupendos, está plagado de ellos. Las blancas arenas se convierten en color esmeralda cuando se introducen en el mar. Es un paisaje de postal, los oscuros grupos de corales destacan enormemente sobre el mar de color esmeralda. Dios, qué ganas de saltar y ver todo lo que esas aguas esconden...




      Luego, entre buscar alojamiento y tal y cual, empieza a anochecer, pero aún hay tiempo para una corta exploración, ya sin luz solar. La calidad del arrecife es buenísima, hay coral por todas partes y en bastante buen estado. Hay cientos de anémonas y nunca antes vi tal cantidad de peces payaso, como el Nemo ese de walt disney, prácticamente todas las anémonas tienen sus inquilinos. Hay unos extraños peces, parecen hojas o trozos de algas. Van cabeza abajo dejándose llevar por la corriente, se mueven al unísono y realmente cuesta distinguir que son peces. Cuando me acerco a mirarlos se ponen de canto para intentar desaparecer un poco más, son increíbles, qué coreografía del camuflaje. Esto promete, pero ya no hay luz, y por lo tanto tampoco hay colorido. Mañana será otro día.

    La pequeña y lejana isla se ha vuelto bastante conocida y hay más gente de lo que esperaba. Sólo hay una calle que une la costa norte y la sur y luego senderos entre los bosques, donde viven los paisanos en cabañas de madera con techos de zinc. Son de piel muy oscura, casi negra, pero al igual que en Ko Lanta, son de rasgos malayos.
    

       Hay varias zonas de bungalows. Los precios son altos, unas tres veces más caros que en el resto del país, desde el precio de una botella de agua, pasando por el de la  comida y no te cuento ya las tarifas de internet. A partir de ahora, quizás escriba un poquito menos hasta que vuelva al continente. Aquí no hay donde cambiar dinero y con estos precios hay que estirarlo un poco, aún tenemos que pagar el ferry de vuelta. Lo bueno es que no hay que gastar mucho si uno no quiere. En transporte no gastaremos nada, se va andando a todas partes. El tema de la electricidad es algo más complicado. Todo funciona con generadores, y por lo tanto la electricidad se limita a unas cuantas horas al día. Lo de la basura también está bastante bien montado. La isla esta limpísima, es el sitio más limpio que he visto en todo el país, y Tailandia no es precisamente el país mas sucio que he visto. Pero con tanta gente aquí hay que cuidarlo, si no, nos cargamos esto en cuatro días.

 Bueno gente, la cuenta atrás ha empezado, apenas queda una semana para que tenga que volver. Creo que estaremos aquí 4 o 5 días. Si nos alcanza el dinero y si no nos aburrimos de tanta tranquilidad ja,ja,ja...  Ahora si que van a ser vacaciones de verdad. Relax y tranquilidad. Por cierto, los bichitos aquí son grandes. Esta tarde al volver, tenía una araña casi como mi palmo en la habitación, bastante gordita, y luego por la noche, al entrar en el baño, había un murciélago. Y eso que el bungalow está muy limpio y bien apañado  ¿qué no habrá en los de bamboo, con todas sus rendijas y  oquedades?

    Besos para todos, desde un paraíso perdido en medio del Océano Indico.