miércoles, 23 de noviembre de 2011

Un viaje por Malasia y Singapur 5: 130 millones de años



   Habíamos llegado al extremo norte del país y ahora tocaba cambiar de ruta y para eso teníamos que deshacer parte del camino ya recorrido. Nuestro próximo destino era el Taman Negara, el mayor parque nacional de Malasia.
Desde la isla de Langkawi se puede llegar dando un poco de vuelta, pero con unos horarios de transporte muy malos que nos supondrían muchas horas de espera y pasar la noche en un autobús, decidí que lo mejor era volver hasta Kuala Lumpur y desde allí ir a Jerantut, la puerta de entrada al Parque Nacional.
Ya se sabe, a veces el camino más corto es el más largo. La corta parada en Kuala Lumpur, de apenas una noche, me trajo la sensación de estar de vuelta en el barrio, un lugar ya vivido. Vuelta a unas caras y lugares conocidos.
Tanto en el camino de vuelta a Kuala como en el de ida a Jerantut, la selva se iba haciendo dueña de las colinas, montañas y barrancos. Se veía de una espesura tremenda, desde el dosel de los árboles cuelga todo tipo de vegetación y de lianas. Los helechos tapizan completamente los troncos y ramas. Todo el espacio disponible entre las copas de los árboles está ocupado por otras plantas menores, atrapando toda la luz que apenas puede llegar al suelo.
En la zona más al norte de Malasia, en el estado de Kedah, predominan los cultivos de arroz, grandes planicies inundadas que ahora están de un intenso color verde. En los estados de Perak y Selangor predominan los cultivos de caucho y de palma de aceite.
Ahora estamos en el estado de Pahang y es bastante montañoso y esto hace que la agricultura sea más irregular y esté diseminada en plantaciones más pequeñas.

    El Parque Nacional de Taman Negara es la mayor selva virgen de Malasia con sus 4500 km. cuadrados, o sea, unas 7 veces la superficie de Singapur o 2 veces la de Luxemburgo. Ahí es nada. Hombre, todo depende de con qué compares, puede resultar grande o no. Pero lo que parece bastante claro es que es la selva más antigua del planeta, tiene unos 130 millones de años y no ha sufrido glaciaciones ni fenómenos geológicos o volcánicos de importancia, y esto es lo que la hace tan especial.
En ella se refugian los últimos ejemplares de especies tan amenazadas como el tigre, leopardos, rinocerontes, osos y elefantes asiáticos. Y otros animales no tan amenazados como tapires, ciervo-ratón, varanos y distintos monos, además de infinidad de aves y enormes insectos. Y también cuenta con una curiosidad botánica: la Rafflesia, una planta parasitaria que carece de tallo, raíces y hojas y que tiene la flor más grande del mundo, una pestilente flor de más de un metro de diámetro.
Independientemente de que puedas ver alguno de esos animales, cosa bastante improbable, la auténtica recompensa de Taman Negara es saber que uno está paseando por la selva más antigua del planeta y que aquí poco ha cambiado en 130 millones de años, que se dicen pronto.... Lo que habrán visto estos bosques..


Aunque se puede llegar hasta Kuala Tahan por carretera, preferimos hacerlo por el río. Tomamos una barca junto a los 10 ó 12 allí presentes y comenzamos  la ascensión del río Negara. Son 3 horas de recorrido, tan solo acompañados por el ruido del motor, el agua marrón rojiza del río y el inmenso muro verde en las dos márgenes. Poco a poco nos vamos internando en este mundo arcaico. Se ven algunas aves, algún martín pescador de brillante color azul, algunos búfalos de agua y hasta consigo ver una mamá jabalí con sus pequeños jabatos.

 El sopor se va adueñando de mí y el viaje se hace un poco largo y monótono, verde, verde y más verde. De vez en cuando surge algún gigante, inmensos árboles que se alzan sobre todos los demás.
La lluvia hace acto de presencia y nos recuerda que estamos entrando en una zona de alta pluviometría.


 Las cortinas blancas de agua llegan a hacer desaparecer la selva circundante tal es la intensidad con la que cae. Finalmente llegamos a Kuala Tahan que resultó ser una pequeña aldea desperdigada por la orilla del río, entre la selva.
Numerosas barcas y los curiosos restaurantes flotantes me dan la idea de la importancia del río aquí. Es el río el que marca el ritmo de vida de los lugareños. Desde la pesca hasta el turismo quedan condicionados por el estado del río.


Búfalos de agua
Ha dejado de llover y miles y miles de grandes hormigas de alas surgen por doquier. Al principio pensaba que eran avispas negras, por su forma y tamaño, pero luego veo que son inofensivas hormigas que servirán de festín para numerosos animales. Los geckos se están dando un festín junto a los farolillos de las casas.  Una legión de ranas comienza a cantar por todas partes, los grillos las acompañan. Y esa noche escucho un raro y sorprendente concierto animal. No sé de qué bicho se trata, pero creo debe ser algún sapo de buen tamaño por la resonancia que tiene. El caso es que emiten una especie de mugido muy grave, pero cada bicho con una ligera  tonalidad distinta y entre todos forman unos acordes y arpegios de lo más curioso. Como me gustan los sonidos nocturnos de la selva  ¿qué extrañas criaturas vivirán ahí dentro?

Hoy fuimos a recorrer la selva. El río estaba bastante crecido y arrastraba muchos troncos y ramas. Los restaurantes flotantes estaban amarrados y pegados los unos a los otros debido a la corriente. No se podía acceder a ellos por las pasarelas, sólo en barca.
 Cruzamos el río y nos fuimos internando poco a poco, dejando atrás el río y altos árboles con grandes raíces aéreas e impresionantes contrafuertes.


Los restaurantes flotantes

  Había bastante silencio, no se oían apenas insectos ni aves. La lluvia había dejado charcas y barrizales en el camino. Al principio me daba un poco de impresión tener que cruzarlos porque es el territorio de las sanguijuelas, tan abundantes por estas selvas. Pero luego pensé que no había otra forma de avanzar y que mejor no pensárselo mucho. Era un consuelo saber que si te agarra alguna ni te enteras, pues no duele ni transmiten enfermedades y si te las ves chupando siempre te la puedes quitar. Si no la ves, ella succiona sangre hasta que se hincha unas 10 veces su tamaño y entonces  se despega y se suelta de ti. Solamente vi una, pero lejos de mi piel.

 Llegamos a lo que aquí llaman el canopy, que es un puente colgante. Pero no es un puente colgante cualquiera. Este es un paseo circular por las alturas de la selva, a unos 40 metros del suelo. Con sus 500 metros de largo dicen que es el mayor puente colgante de estas características en todo el mundo.


La verdad es que impresiona bastante, porque empiezas a avanzar y el suelo se va alejando de ti dada la pendiente de la selva, y llega un momento en el que el suelo se ve muy lejos, allá entre los huecos que deja la vegetación.
  Pero los árboles gigantes me sobrepasan en muchos metros, por lo que en realidad debo estar un poco por encima de media altura de la vegetación.


Es impresionante,  toda la superficie del terreno se multiplica en incontables estratos verticales donde se desarrolla la vida. Qué sensación deben tener los monos al poder moverse en las 3 dimensiones.



  Los tramos del puente colgante llegan hasta el tronco de enormes árboles y de allí salen otros tramos y así sucesivamente. Algunos tramos del puente son realmente largos y vertiginosos, y se mueven muchísimo. Definitivamente.. esto no es para gente con vértigo.

Seguimos camino por este mundo predominantemente vegetal. Hoy casi ni insectos vemos... sólo algunas enormes hormigas de unos 3 centímetros y gruesos cuerpos, grandes termitas, pequeñas abejas que hacen sus nidos con el látex de los árboles, un pequeño varano y algunos pájaros. Al final llegamos a lo alto de la colina y desde allí, entre los claros se puede ver la inmensidad de selva que nos rodea y se pierde entre las colinas del horizonte, abrazando y exprimiendo las nubes.

Y en ese momento el cielo se ha roto y ha empezado a llover. Era como una gran ducha o una enorme regadera. Así está de verde esto, con tal cantidad de agua. El camino de vuelta ha sido muy acuático, pues toda el agua que caía ha ido formando un riachuelo y charcos escalonados entre las raíces de los árboles. El sendero se ha convertido en una pista de patinaje debido a las empinadas pendientes arcillosas.
Ahora ya a cubierto miro por la ventana. Lleva horas lloviendo sin cesar. Nunca había visto llover con tantas ganas durante tanto tiempo.
   Ojalá esto siga aquí al menos otros 130 millones de años.

2 comentarios:

  1. que tal chema,joder que fotos mas guapas,tiene que ser un pasote estar en esos paises tan hermosos,al mismo tiempo que peligrosos imagino.
    con el panico que tengo a los insectos estaria todo el dia como un histerico jajajajja.
    bueno y el puente,ni te cuento ,seria como el MA
    el negro del equipo A ,solo drogado me atreveria a subir, que miedo.sigue asiiiiiii

    cristobal.

    ResponderEliminar
  2. Gracias Cristóbal, pues hombre, hermosos son muy hermosos estos países del sudéste asiático ¿Peligrosos? Afortunadamente los asiáticos son gente tranquila y sencilla que no se mete con nadie. Yo me siento más seguro allí que en España. Puedes pasear por la noche practicamente por cualquier sitio y lo de los insectos eso sí, es lo que tienen los climas tropicales, que los bichos son a lo graaaaannnndeeeeee jajaja...
    Lo del puente, pues ya te digo que es no apto para gente con vértigo, incluso a mi me dió cierto repelús al sentir el balanceo a esas alturas, pero vaya, te da la oportunidad de conocer la selva desde otra perspectiva y darte cuenta de lo realmente altos que son sus árboles, desde el suelo no nos damos cuenta de ello

    ResponderEliminar