lunes, 25 de junio de 2012

Relatos desde India 5: Donde el tiempo se congeló

  
    30 Octubre 2009

     Me despierto. Miro por la ventanilla.  Un anciano completamente vestido de blanco y con un turbante naranja va tirando de un arado de madera arrastrado por dos bueyes blancos. No lleva pantalones sino una especie de calzón blanco, va descalzo y sus largas y oscuras piernas se hunden en los surcos abiertos por los bueyes.

 Me froto los ojos, es una imagen irreal, una imagen ancestral, podría haber pasado hace dos mil años y sería prácticamente idéntica a lo que estoy viendo. El tiempo se ha congelado.
Pero no es el único. En esta zona que estoy recorriendo esta imagen se repite cada pocos metros, y aunque veo algún tractor arando hay muchísimos más arados de madera tirados por bueyes.
   
     Voy en el tren, hemos dejado Goa y nos internamos en un nuevo estado: Karnataka.       
   Atrás quedaron las altas e impresionantes palmeras cocoteras de Goa. Sus famosas playas, reclamo para fiesteros de todo el planeta. Sus exuberantes bosques selváticos con enormes árboles y sus mallas de raíces aéreas.  Atrás quedaron sus espectaculares puestas de sol en la playa, sus ciudades coloniales portuguesas salpicadas de pequeñas iglesias blancas. Sus pescados y mariscos que tanto descanso han dado a nuestros estómagos, un poco cansados de tanto curry y tanto masala. Y que conste que me encanta la comida de la India, sus mezclas de especias son maravillosas, sus sabores muy conseguidos, pero un tanto fuertes y apetece de vez en cuando darle un descanso al paladar y probar otro tipo de sabores más suaves.

   
      El tren va dejando lentamente estos paisajes, atraviesa unas grandes cascadas y empieza a subir a la meseta del Deccan. Esa parte de la India central donde reinó el imperio  de Vijayanagar y dejó salpicadas estas latitudes de impresionantes templos de un estilo arquitectónico muy especial. Grandes ciudades templo rematadas con altas torres de hasta 80 metros de altura, las Gopuram, de forma piramidal  y dividida en niveles cada  vez mas pequeños, profusamente esculpidos. Una maravilla de la arquitectura religiosa. 
     Seguimos ascendiendo poco a poco hasta la meseta, atravesando pequeños pueblos. Hay muchos arrozales por aquí, el verde del bosque da paso al verde del arroz, y aunque la estación está muy avanzada y ya han cosechado en muchas partes, en otros sitios aun podemos ver los campos verdes, aunque la mayoría empieza a amarillear. Una vez que el arroz ha sido cortado vemos como lo han esparcido por el campo en forma de pequeños fardos, que luego criban a mano.

      Es una agricultura muy rudimentaria y primitiva, la misma que vivieron nuestros padres cuando eran niños, la agricultura que se practicaba en España hace apenas 60 años. La paja sobrante se acumula en grandes montones de formas curiosas, para alimentar al ganado.
    Luego el arrozal cede espacio y poco a poco se va imponiendo el cultivo de caña de azúcar, un poco de algodón, maíz, sorgo y girasol, y finalmente llegan los grandes cultivos de chilies o guindillas. El campo se tiñe de rojo y verde. Las mujeres los van recolectando en grupo. Supongo que debe ser un trabajo bastante duro, los plantas tienen poca altura y tocar tanta guindilla tiene que hacer picar mucho las manos, ni te cuento si se tocan los ojos. Estas mujeres se ven a lo lejos como puntitos de  diversos colores esparcidos entre el verde y el rojo del cultivo. A veces están cerca de las vías y las puedes ver agachadas, con sus bonitos saris desgastados por la luz solar o ennegrecidos de suciedad. Estos ya no son los saris elegantes que veíamos en las ciudades, estos aunque no tan llamativos son mucho más auténticos. Nos estamos internando en la India más rural, las imágenes que todos evocamos cuando pensamos en la India comienzan a desfilar ante nuestros ojos. Esta zona es mucho más fascinante que lo que hemos visto hasta ahora.
      Unos niños se me acercan en el tren. Son super majos y sonrientes, y diosss.... cómo les brillan los ojos. Van a una boda a Hospet, van con su madre y tíos. Son muy divertidos, les hago fotos y lo pasamos bastante bien. Me dicen que la celebración va a durar 5 días y alucinan cuando les digo que en España las bodas duran un día. También se sorprenden mucho de saber que a mis años estoy soltero y vivo solo. Les digo que en Europa esto es bastante frecuente, que mucha, mucha gente vive sola pero creo que no acaban de entenderlo. Nos separamos en la estación, ellos se quedan aquí. Nosotros continuamos en ricksaw hasta Hampi, a 11 kilómetros.
  
     Me sorprende mucho todo lo que voy viendo en el camino, el ambiente de esta zona es buenísimo, la gente se baña en los ríos, los búfalos también, hay muchas garzas blancas, cultivos de plátano. Es muy bonita esta zona.

   
     Lo más impresionante es el paisaje circundante. Son montañas de granito rosa completamente desechas. La erosión las ha convertido en gigantescos montones de grandes bloques graníticos, redondos, ovales, con fracturas perfectas en ángulos rectos. Es un paisaje de fantasía. Parece que hayan pasado gigantes por aquí y se hayan dedicado a amontonar estos enormes bloques de granito.

   
    Al fondo una Gopuram  de unos 50 metros de altura se alza entre los bloques de granito. A sus pies un pequeño pueblito blanco, muy parecido a los de Andalucía. Hemos llegado, es Hampi. Los coches no pueden entrar, solo algún que otro ricksaw circula por sus calles blancas y limpias. El ambiente es buenísimo, muy místico, muy tranquilo, muy atractivo.

  
    En las puertas de las casas las mujeres dibujan intrincados motivos florales con harina de arroz. Son muy llamativos. Las vacas y los monos recorren sus calles. Los niños juegan mientras los mayores descansan en los umbrales de sus casas. 

    Los sadús o santones recorren sus calles y la gente va al gran templo de sus antepasados.  El atardecer llega pronto y nos priva de poder seguir disfrutando del colorido de este pequeño y tranquilo pueblo.

  
    Pero la noche trae las luces de velas y las oraciones en los patios de las casas. El patio interior del templo se llena de gente, algunos parecen que van de picnic, otros parece que dormirán allí mismo.
    
     Mañana seguiremos conociendo la zona. Estoy impaciente, creo que me va a encantar.

  
     Es lo mejor que he visto hasta ahora en este viaje, con permiso de las fantásticas cuevas de Ellora.




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